cyl/ no somos nadie
Trampas con queso
El día que Rajoy fue a Barcelona para hablar de la carta de Mas y no de independencia, los castellano y leoneses nos echamos a temblar. En la relación epistolar del entreguista de Moncloa y el enterrador de la nación española -tanto monta, monta tanto- late una pasión inconfesable: cómo dar el tiro de gracia al Archivo de Salamanca. O sea, lo que se llama en alquimia construir un proyecto común mediante un mecanismo de «transmutación». Pero en democracia esta mandanga -dos golfos intercambiando cromos de espaldas al ciudadano-, tiene mala prensa. Tan falaz que ya Quevedo lo consideraba un oficio de «ratón que no conoce más agujero» que ése.
El hondón del Archivo de Salamanca es ya tan lóbrego, largo, caciquil, traicionero, culturicida y recalcitrante que se tragará, a Dios gracias, a una casta política trincona y mentirosa hasta el capote. La última acción de estos roedores del papel que tanto detestaba la novela picaresca -«acogí a un ratón en mi librero, y volvióseme heredero»-, acaba de perpetrar con premeditación, nocturnidad, alevosía y cachondeo, su última ratería echando más queso de bola a una ley zapateril propia de las tiranías bananeras. Amparados en la noche, unos y otros, han llenado sacas y banastas para cooperar legal y honradamente con el separatismo y la destrucción de la cultura nacional.
Qué flojitas las condenas a media luz. El portavoz de la Junta ha tenido cierta valentía ante el atraco nocturno y alevoso. Salióse como pudo del tiesto de un PP nacional que odia a sus votantes y que, embotado e invotable, miente con garantías infantiles: «No nos gustaba nada en verano, con luz y sol, y nos gusta mucho menos ahora, a escondidas y de madrugada». Exacto. Pero, tristemente, nos recuerda al viejo truco del gato viejo y a la «fe de ratas» de JM Nieto que, enamoraditos los dos, construyen un apaño mortal. La mancha de aceite, como terrible sospecha, se extiende a todo el PP de Castilla y León, a pesar de esos requiebros tan tímidos de oponerse con voz temblona a los saqueos de un Patronato amañado. Los hechos son contumaces, y pasemos al grano.
En vísperas del último asalto, el chico de los recados de Rajoy -el Alcalde de Salamanca-, juraba que no saldría un solo papel del Archivo. Han salido porque, según él, «el Estado de derecho» ampara con justicia la tropelía. Teodoro González, alma máter del Tribunal de Garantías en la II República, hubiera mandado a Mañueco al carajo. De hecho, suspendía a sus alumnos, cuando soltaban esa misma gilipollez, con una razón tumbativa: «No hay estado de derecho, sino estado del derecho». Por encima del derecho ni el propio Estado. Dejen ya de avergonzarnos con leyes ratoneras. Entre un «de» y un «del», no caben más imposturas o trampas con queso. Devuelva el carnet que, inocentemente, le otorgaron los defensores del Archivo, y déjese de mascaradas.