Marty dialoga con el fondo galdiano
El artista salmantino enfrenta sus creaciones a las obras de la colección de la Fundación Lázaro Galdiano de Madrid en «Reinterpretada I»
Reinterpretada I» es posiblemente el diálogo más valiente y extenso que un artista contemporáneo ha planteado a una colección de arte clásico en los últimos años. A través de su obsesión por la obra «El Aquelarre de Goya» que hay dentro de la colección, Enrique Marty desarrolló desde muy joven una vía emocional con este museo que le ha llevado a estar más de un año mirando, buscando, repensando y en general reinterpretando, desde su propias herramientas, la amplísima colección que alberga la Fundación Lázaro Galdiano.
El proyecto es parte de la política abierta y arriesgada experimental que este museo lleva desarrollando desde que es directora Elena Hernando en la que se es consciente en todo momento que un museo, por muy clásico que sea, debe ser dinámico y activo desde todos sus ángulos y esa actividad esencialmente tiene que repercutir con la contemporaneidad y dialogar con ella lo más ampliamente posible.
En la ya dilatada trayectoria de este artista permanece una constante intención de producir y ahondar en la producción de imágenes utilizando todo tipo de herramientas, tanto clásicas como contemporáneas, en su búsqueda por generar la representación deseada. Posiblemente Enrique Marty (Salamanca, 1969) es el más destacado autor contemporáneo continuador de la tradición oscurantista española; en esta muestra ha sido capaz de plantear un diálogo con todo este compendio riquísimo de imágenes y objetos latentes en la colección e incluso atreverse a acercarse, siempre respetuosamente, a Goya, sin duda su referencia esencial en la concepción de todo su trabajo.
La exposición se compone de 122 obras se articula a través de cinco ejes formales.
El primero y, sin duda, el más contundente son los cuadros realizados para el exterior del museo. Dieciséis grandes pinturas sobre lienzo cubren completamente los paños libres que hay en el muro exterior de la institución. En estas obras el pintor ha representado su particular visión de la vida de Lázaro Galdiano a través de un diálogo tanto con algunos de los personajes más importantes de los cuadros de su colección como con la propia espacio de la Fundación que fue su propia casa hasta su muerte. El museo se amplía hacia la calle literalmente y busca el contacto con un público más amplio al que normalmente accede a él. Nace de esta forma una nueva sala que es la propia calle y que supone una invitación constante a todo paseante.
En segundo lugar, están los cuadros de interior. Ocho cuadros del artistas aparecen disimulados entre la colección del museo. Cuadros realizados para dialogar con las mismas obras o, como en el caso de «El Akelarre de Lázaro Galdiano», para sustituir a la famosa pintura de Goya que durante este tiempo permanecerá fuera del museo prestada para una importante exposición.
En tercer lugar, están las grandes esculturas inspiradas en «Les Etant Donnés» de Duchamp y en buena parte de la iconografía de naturaleza del Museo Lázaro Galdiano, estarán dispuestas por diferentes salas del museo, así como una versión del Zeus del Museo de Atenas que en este caso el artista convierte en una alegoría de la decadencia de la Europa actual; además de otras dos esculturas como «Creciendo en cuatro estados», inserta en las vitrinas del recibidor, o «El Heliogábalo» en diálogo con el cuadro de los disciplinantes de Goya.
Otro apartado son las acuarelas que hay por todo el museo en las que de una forma directa el autor analiza los aspectos iconográficos más relevantes que para él que tiene esta gran colección de colecciones. Finalmente, treinta y seis esculturas aparecen camufladas entre la amplísima colección de joyas, objetos y esculturas que el museo muestra en sus numerosas vitrinas, todas ellas inspiradas y creadas a través de la relectura o reinterpretación de las mismas.