Corazón de león
Este silencio
Del silencio hay citas eternas de filósofos, intelectuales, artistas… e incluso políticos, cuando la política era un arte y no una artimaña. “Es mejor ser rey de tu silencio que esclavo de tus palabras”, sentenciaba Shakespeare; “Cuando hables, procura que tus palabras sean mejores que el silencio”, dice un proverbio hindú, que, en versión de Beethoven, se convierte en “Nunca rompas el silencio si no es para mejorarlo”; “Hay personas silenciosas que son mucho más interesantes que los mejores oradores”, decía a principios del XIX el estadista inglés Disraeli, cuando por entonces ni había televisiones ni, mucho menos, tertulianos. Y este artículo podría completarse con citas, como hacen hoy día algunos modernos columnistas, sobre el significado del silencio. Ésta es la última, firmada por Gandhi: “Lo más atroz de las cosas malas de la gente mala es el silencio de la gente buena”.
El silencio como virtud, el silencio como pecado; el silencio valiente, el silencio cobarde; el silencio inteligente, el silencio ignorante; el silencio como goce, el silencio como tortura; el silencio de los palacios, el silencio de los cementerios; el silencio del reloj, el silencio del tic-tac; el silencio de la soledad, la soledad del silencio; el silencio de las cumbres, el silencio del abismo; el silencio del amanecer, el silencio del anochecer; el silencio de meditación, el silencio de resignación. El silencio, siempre el silencio, el de la virtud y el de la pena, ahí está, marcando la vida…
Por tierras de Castilla y de León el silencio tradicional suele llegar con el otoño-invierno, pero es un silencio que, como el frío, se espera, se soporta e incluso se derrota. Cuando a las seis de la tarde empieza a caer la noche en pueblos y ciudades, las calles se vuelven callejones del silencio sin fin, pese a la efímera algarabía del “botellón” sabático. El frío no es el silencio, pues nunca por estas tierras faltó el calor de la lumbre, de la amistad, de la familia y de la ilusión para combatir los fantasmas de la soledad y de la incertidumbre.
Hace unos años hizo fama el lema “Teruel existe”, que era la expresión del silencio al que esa provincia se sentía sumida. Hoy, León (como Soria, Zamora, Palencia…) siente que no existe; sus gentes están sumidas en este nuevo silencio que se cierne sobre sus vidas, que no es el sabio, sino el de la estupefacción, el de la boca abierta y sin palabras, ante la desesperanza que la crisis, los políticos y los predicadores les han clavado en el alma. La gente tiene miedo al miedo, que es el mayor de los miedos; miedo al miedo del mañana, incluso al de hoy; miedo al silencio sospechoso de sus políticos; miedo al lobo y al frío, cuando nunca tuvieron miedo ni al lobo ni al frío. Miedo da no el silencio, sino este silencio.