cyl/corazón de león
Marianín
Por tierras leonesas, Marianín no hay más que uno, así pasen lustros, décadas e incluso siglos. Marianín nació a mediados del siglo XX y hoy, ya bien entrado el XXI, permanece en el recuerdo y grabado en la historia del fútbol nacional, cuando entonces este deporte no era el circo de hoy ni el pan era de diseño, sino de centeno. Mariano Arias Chamorro nació en el minero Fabero, en el León del «besín», «guapín», «vinín», «tontín»… De haber nacido, por ejemplo, en Aragón, hubiera quedado para la posteridad como «Marianico»; si en Vizcaya, Maren, o si, en Cataluña, Marià. Pues eso, que Marianín para toda la vida, así que hayan pasado casi setenta años desde su nacimiento, y lo que le queda por vivir.
Homenajear a personas y profesionales como Marianín no tiene el riesgo de que, como ocurre con algunas condecoraciones oportunistas a políticos o empresarios, llegue el día en el que los premiadores tengan que retirar la medalla a los premiados por mor de turbios asuntos. En la semana que entra, el mayor futbolista de El Bierzo va a recibir un reconocimiento en Bembibre, localidad en la que en 1966 empezó su, como se dice en el argot deportivo, meteórica carrera deportiva: en la temporada 1970/71 fue el máximo goleador de todas las categorías nacionales con 36 goles; en 1972 fichó por el Real Oviedo y, con 19 goles, fue el «Pichichi» de Primera División. Los aficionados leoneses de entonces recuerdan, como si fuera hoy, su debut como internacional el 17 de octubre de 1973 contra Turquía.
Hoy, los jóvenes abuelos relatan a sus hijos las hazañas de Marianín en la «Cultu» y en el Oviedo, como el padre de José Luis Rodríguez Zapatero le relataba las glorias del más grande de los futbolistas leoneses, César, el mayor delantero-goleador que ha tenido en Barça cuando el fútbol era otra cosa; o sea, cuando Zarra y César competían con la deportividad que ni por asomo se aprecia hoy entre los afamados millonarios Cristiano-Messi. César, el gran César, fue conocido como el «divino calvo», el «pelucas» y, por supuesto, como «Cesarín». Leonés tenía que ser, como Marianín.
En estos tiempos en el que el fútbol leonés tiene su mejor representación en la Ponferradina, que ahí sigue, pese a su modesto presupuesto en la lucha por el ascenso a Primera División, con la Cultural y Deportiva Leonesa sumida en la Segunda B, el Oviedo compitiendo con el milagro del humilde Atlético Astorga, la figura de Marianín se alza por encima de un fútbol dominado por las sociedades anónimas, las deudas a Hacienda y los contratos millonarios de los poderosos. Hubo una época en la que el fútbol era más deporte que negocio; esa época de César y Marianín, más entrañable que ésta, tan circense, de Cristiano y Messi. Nostalgia de un fútbol que no volverá.