El violador y Arquímedes

El viejo Arquímedes enunció hace ya algunos siglos que todo cuerpo sumergido en un líquido pierde parte de su peso, igual al volumen desalojado, y con este principio Josep Maria Miró plantea una interesante pieza dramática, que circula por España: un entrenador de natación abraza y besa a un niño para que pierda el miedo al agua; la consecuencia, la denuncia de los padres por pedofilia. La encargada de la piscina, recibe las acusaciones y sin tomar partido, expresa su experiencia juvenil: antes en los campamentos nos bañábamos, monitores y chicos, desnudos, sin que pasara nada. El dramaturgo no toma partido, simplemente deja constancia de la alarma social ¿justificada?

El nivel de sensibilización ha crecido sobremanera ante hechos delictivos que vulneran la intimidad de las personas, aunque con mayor énfasis en la sanción que en la prevención mediante la educación. Las consecuencias derivadas no son baladíes y toda precaución resulta poca, pero sin caer en histerismos igualmente perjudiciales. En las últimas semanas, hemos asistido a un caso donde la policía, urgida por la necesidad de calmar los nervios de Valladolid, acaso, aventados por algunos medios, detuvo a un inocente acusado de ser el violador del Parque de las Villas. Ha permanecido tres semanas entre rejas hasta que, a instancias de la juez, han comprobado que el ADN no era el suyo. Incidentes como este deben servir para ser muy garantistas también en este tipo de delitos, donde no basta con el dedo señalador en una rueda de reconocimiento de una víctima bajo síndrome. Pero en España carecemos de un justo medio, como el cuerpo de Arquímedes: o nos reímos de lo escabroso o infamamos al inocente; o ingresan en prisión en la Púnica a un anónimo con los apellidos de un corrupto.