La contrarreloj de Herrera

León no es cualquier cosa. La provincia más extensa de nuestra Comunidad Autónoma tiene un peso específico determinante en cualquier asunto que tenga una cierta dimensión regional. Sin entrar en el debate leonesista excluyente, es indudable que todo lo que ocurra en León es materia que afecta directamente al resto de castellano y leoneses. Y en tal sentido, el desaforado sainete de la Diputación leonesa no puede dejarnos en ningún caso indiferentes. Estamos hablando de un asunto demasiado serio como para conformarnos con lo que la Audiencia Nacional determine sobre la supuesta trama de corrupción capitaneada en su vertiente leonesa por el delfín de la difunta Isabel Carrasco. El PP de Castilla y León debe actuar en este caso con una contundencia inusitada. Los ciudadanos, que cada cuatro años se convierten en votantes y, por estos lares, muchos de ellos en votantes del Partido Popular, merecen una explicación contundente, una actitud firme y una actuación ejemplar.

Herrera ha sido claro en sus palabras, pero para muchos de los que depositaron su confianza en una trayectoria irreprochable como la suya quizá no sea suficiente con eso. Herrera sabe que lo de la Diputación de León o lo que en los meses venideros pueda sobrevenir no se solucionará con un discurso más o menos contundente. Se requieren otras armas para esta guerra en la que tanta gente se siente damnificada, herida y desengañada. A nivel nacional, Rajoy tiene aún algo de tiempo para enderezar el rumbo de esta derrota -hablo, de momento, en términos marinos-. Pero Herrera, como el resto de gobernantes regionales, se enfrenta en estos momentos a una auténtica contrarreloj. Y sería una pena que su honradez no se erigiera en bandera en tiempos tan atribulados como estos. Sería una pena y, probablemente, la causa de un final inmerecido.