Más que una disculpa

Cada día que pasa queda más claro que Juan Vicente Herrera es un hombre de principios y convicciones propias, firmes, que van más allá del argumentario de su partido. Presidente ejemplar en su gestión pública, la palabra corrupción le quema en su fuero interno y, más aún, la falta de contundencia ante los escándalos que de una manera u otra afectan a su partido. Cuando ningún dirigente se atrevía a nombrar a Bárcenas, él lo hacía para demonizarle, incluso delante del los gerifaltes de su partido. Y cuando hablar de la Gürtel era pecado, él se lamentaba por lo ocurrido y pedía que la ley recayera con todo su peso sobre quienes hubieran robado. Pero el «Caso Púnica», que ha hecho entrar en «modo pánico» a los populares a seiete meses de las elecciones, le toca aún más de cerca, dada la implicación del presidente de la Diputación de León, al que Herrera apoyó como sucesor de Carrasco, pero al que sin embargo rechazó como futuro presidente del PP leonés. Sin embargo, a transparencia nadie le gana, y hoy mismo los castellano y leoneses conoceremos qué contratos y expedientes tiene la administración autonómica con una de las empresas investigadas.

Y por si hubiera alguna duda, todos ellos se remitirán a la Audiencia Nacional para que pueda comprobarlos. Está claro que hace falta un cambio y que sobran las excusas, pero sobre todo, es necesario que las administraciones recuperen la confianza de los ciudadanos a través de medidas concretas y eficaces, y no simplemente ofreciendo un relato improvisado de reacciones en forma de titular con calificativos más o menos gruesos. Está bien pedir perdón, pero lo que hizo ayer Herrera va más allá, al marcar el camino de lo que él entiende por regeneración política. Ahora bien, habrá que ver si este estado de decepción generalizada le anima a continuar siendo un ariete para los suyos o, por el contrario, le provoca un mayor cansancio de cara a su futuro político.