al pairo
La caja infiel
Pudiera ser el título de una de las películas de la Seminci, porque ésta es también una historia basada en hechos reales y porque tiene protagonistas que conocemos y con los que, en muchos casos, hemos tenido una relación más larga, incluso, que la de un contrato matrimonial. Los protagonistas de esta historia son quienes han llevado a las cajas de ahorro al triste lugar que hoy ocupan en el imaginario colectivo. A muchas las han convertido en auténticos chiringuitos financieros -léase Caja España y sus mariachis-; a otras las ha salvado, al menos de momento, su poquito de por favor o el hecho de haber sido fagocitadas por un depredador mayor en la cadena alimenticia; y otras, como las rurales, un mayor escrúpulo parece haberlas situado en un plano bien diferente de la práctica bancaria.
Pero lo cierto es que las malas artes de algunas de éstas no dejan de sorprender e indignar al atónito y asqueado ciudadano de a pie. Una de tantas, de las muchas de las que hablaré en el futuro, ha consistido en vender parte de su deuda a un tercero a precio de coste para que trate de cobrar a los morosos que, en su mayoría, son gente honrada arruinada por el mamoneo general al que ellas tanto han contribuido. Es decir, algunas cajas han vendido su deuda a empresas carroñeras. Y un servidor, en su desconocimiento jurídico, se pregunta si eso es legal -ético huelga decir que no-. Porque si lo es, quizá algún marido o mujer harto de su matrimonio se plantee vender el contrato matrimonial al primero que pase por la calle. A precio de coste, igual alguien se lo compra. Es curioso que en un contrato entre dos partes una de ellas pueda quitarse el muerto sin más. ¡Qué infidelidad! ¡Qué caradura!