OTRAS FORMAS DE ENSEÑAR Y APRENDER
El profesor, protagonista
El director del Colegio Montessori de Salamanca explica la nueva metodología UCA
Realmente aprenden los niños en clase? ¿El papel del profesor es el mismo en pleno Siglo XXI que lo era en el Siglo XX? Estas dos preguntas rondan la cabeza de muchos docentes hoy en día y de no pocos padres en un momento en que la Educación no deja de estar día sí, día también, en el ojo del huracán, y para responderlas, la Fundación Schola reunió a más de 200 docentes en Valladolid en su X Jornada «Aprender en clase», que forma parte de su ciclo «Desafíos a la Educación». En ella, el director del Colegio Montessori de Salamanca y profesor de Lengua Española y Literatura, Fernando Sopeña, trató de responder a esas cuestiones con la metodología que desarrollan en su centro educativo: la UCA, Unidad Completa de Aprendizaje.
La clase como centro del aprendizaje y el profesor como figura insustituible en ese proceso son la esencia de esta metodología, basada en incluir en cada clase, desde Educación Primaria hasta Secundaria, «todos los apartados del desarrollo de una unidad didáctica, desde la introducción a la evaluación», según Sopeña.
Para el director del Montessori, que lleva ya dos años poniendo en práctica este método educativo, el objetivo es «que los alumnos pasen de no saber a saber lo más posible y dentro de clase», con la figura del profesor como «insustituible», ya que pasa de ser un mero transmisor de información a contar con el objetivo de que los alumnos aprendan, de dirigir ese aprendizaje».
Por ello, uno de los elementos más sobresalientes de esta metodología es que entra de lleno en el debate siempre latente de si deberes sí o deberes no para decantarse por esta última alternativa: «es un aprendizaje dentro de clase donde no tienen cabida los deberes, pero no por ser buenos o malos en sí, sino porque no tiene sentido el trabajo del alumno sin el apoyo del profesor, un aprendizaje que no pueda ser dirigido por el docente», asegura Sopeña, aludiendo también a la picaresca nada extraña de los trabajos hechos en casa cuya autoría no siempre es del alumno: «tuve que cambiar de estrategia», apunta, porque tras pedir redacciones que se hacían en casa observó «que eran más brillantes que el nivel que los alumnos demostraban al redactar en los exámenes». De ahí surgió el dedicar una clase quincenal sólo a la redacción escrita.
La idea surgió de preguntarse «si realmente aporta algo el trabajo del alumno sin estar nosotros presentes» y del «inconformismo» con una realidad, la de la educación hoy, en la que los medios reflejan la desmotivación de una parte del profesorado, de las elevadas tasas de abandono escolar y de otra de las aristas de la situación, «la sobreprotección educativa que se impone cada vez más», con estudios como uno elaborado por la Fundación La Caixa en 2010 y que cita Sopeña según el cual un 75% de los niños de entre 10 y 12 años son ayudados por sus padres en el estudio a diario o el dato de que un 40% de los alumnos de Primaria y la ESO necesitan clases extraordinarias.
Su metodología para «romper» esas inercias se fundamenta en que cada profesor se marque «un objetivo bien preparado» para cada clase y siga cinco fases: la primera, de introducción de los contenidos y motivación del alumno; la segunda dedicada a la explicación del objetivo del día; la tercera, a la ejercitación y elaboración a través de actividades, y donde el profesor debe abandonar su «gran enemigo: la silla»; la cuarta, centrada en el estudio (memorización) y la quinta a evaluar los objetivos fijados.
Para este docente, «hay que superar la resistencia al cambio, tener una temporalización de la evaluación y determinar con claridad las tareas a realizar», pero también «asumir la responsabilidad» que como docentes tienen en el proceso de aprendizaje y los resultados académicos de los alumnos mejoran.