confieso que he pensado
Reyezuelos
El caso Varadero es mucho más que un caso judicial. Es la constatación de una forma de ejercer la política ajena a la ley
De todos los males que aquejan a la clase política, que no son pocos, la prevaricación, esto es, actuar en contra de la ley a sabiendas, acaso sea el más terrible de todos . Si quien debe velar por el estricto cumplimiento de la legalidad se salta dicha legalidad sin miramiento alguno, la estructura política, su propia razón de ser, se derrumba. En el caso del Ayuntamiento de El Rosario, donde el alcalde, la concejala y la secretaria condenados contaron con un sinfín de informes contrarios al trámite del plan parcial de El Varadero, la situación se torna aún más grave, porque dudas al respecto, lo que se dice dudas, no había. La situación era así de simple: podían elegir entre cumplir la ley o incumplirla , entre hacer las cosas bien o hacerlas mal, entre ser buenos y ser malos. Y se decantaron por la ruindad.
El del socialista Macario Benítez y sus adláteres es uno más de tantos casos en los que el exceso de poder convierte a quien lo ostenta en una suerte de reyezuelo. Mandato tras mandato presidiendo la corporación; día tras día tomando decisiones de todo tipo sin apenas oposición; contando, cada vez que lo necesitaba, con el férreo apoyo de una organización política que, como es costumbre entre todas ellas, si para algo tiene habilidad es para mirar hacia otro lado, el bueno de Benítez terminó por confundir lo público con lo privado y considerarse por encima de la ley.
Hacia el norte, hacia el sur, hacia el este y hacia el oeste. Miremos a donde miremos, nos encontraremos con alcaldes a los que el paso del tiempo ha cegado. La ausencia de una limitación temporal en el desempeño de cargos públicos conlleva la pérdida de la noción democrática, es decir, la conciencia de saberse representante electo de los ciudadanos. Al igual que los monarcas justificaban su poder en la divinidad, los munícipes se tornan en una suerte de deidad local que se halla más allá del bien y del mal. El lema «yo sé lo que es bueno para ustedes» resume a las claras ese forma de proceder a mitad de camino entre el paternalismo y la chabacanería intelectual.
Pero lo peor de sentencias como la que se ha dictado días atrás no es la sentencia en sí misma, sino la razonable sospecha de que quien se saltó la ley una vez, máxime tratándose de un asunto de envergadura, probablemente se la haya saltado en más ocasiones sin que vaya a recibir su merecido por ello.
El caso Varadero es mucho más que un caso judicial. Es la constatación de una forma de ejercer la política ajena a la ley , que es lo mismo que decir ajena a la ciudadanía, y por supuesto más cercana a los modos medievales que a los de una sociedad moderna. Y El Rosario, tristemente, no es la excepción.