CULTURA
Víctor Ullate se «encierra» en La Graciosa para gestar su visión de «Carmen»
El bailarín y coreógrafo reflexionará en la isla sobre su próximo proyecto, un ballet «muy, muy español» que tiene previsto estrenar en 2017
Víctor Ullate ha anunciado este jueves que se va a «encerrar» durante 16 días en la isla de La Graciosa para «gestar» su próximo proyecto: un ballet «muy, muy español» que tiene previsto estrenar en 2017 y que consiste en su visión del mito universal de «Carmen» . El danzarín ha hecho este anuncio en una rueda de prensa con motivo de la actuación de su compañía en el Teatro Guimerá de Santa Cruz de Tenerife .
Ullate subrayó que se propone «pensar» en «su» Carmen porque quiere desarrollar no solo la coreografía, «sino todo lo que conlleva el espectáculo en sí, que se va a gestar en Canarias ». Apuntó asimismo el coreógrafo, nacido en Zaragoza en 1947, que un bailarín «no solo ejecuta», sino que «transmite», puesto que «uno baila como es, y el que es generoso baila generoso y el que es mezquino baila mezquino», y por ello un profesor de danza debe «esculpir el cuerpo, pero también el corazón » .
Víctor Ullate aseveró que «la danza no es nada fácil» y afirmó que no hay regalo más bonito que le haya dado la vida que el hecho de estar «30 años arriba», en la cumbre de la profesión . Recordó sus inicios en la danza clásica con María de Ávila y su estancia durante 14 años en el ballet de Maurice Béjart y señaló que toda esta experiencia le generó un conjunto de conocimientos que «cuando eres maduro» impulsa a «crear tu propia escuela», de la misma forma que en su época de mayor creatividad Picasso y Dalí reflejaban su personalidad por encima de lo que habían asimilado de sus maestros.
Víctor Ullate subrayó que algunos espectadores le confiesan que nunca habían ido a un espectáculo de danza y que tras ver uno «se vuelven adictos», pues el ballet «relaja», ayuda a ver « que el tiempo es oro, que hay que pensar en el momento que estás viviendo».
Para los bailarines, además, «cada noche es distinta» porque se trata de un arte efímero, y mientras «haya magia, duende», hay «expectación e ilusión» en los espectadores. A su juicio, la música y el bailarín «tienen que ser uno» porque el danzarín «proyecta la música a los demás» e incluso cuando actúa sin ella, es entonces el bailarín «el que tiene que ser música».