motu proprio

«¿Y cómo tratan a Canarias?»

Deberíamos soñar con unas partidas para las Islas que disminuyeran más y más ,porque estaríamos hablando, de ser así, de una factura menor para el contribuyente

bernardo sagastume

Sucede cada vez que se presentan los presupuestos. No falla. La lectura que se hace desde las Islas es siempre la misma: «¿Y cómo tratan a Canarias?», se pregunta el consenso periodístico y político reinante, sin excepciones.

La mirada no puede ser más provinciana, porque hablamos de asuntos que afectan al contribuyente en general y no solo al isleño . Sin embargo, se trata de una visión que se ha consolidado y hoy son CC y el PSOE los que se quejan, mientras antes era el PP, al estar gobernando el PSOE. Da igual.

Convengamos que hay una parte que es propia del juego político y que lo usual es que la oposición censure la forma en que se gasta nuestro dinero el partido que manda; de otra manera, no estarían presentándose como alternativa de gobierno. Pero otra cosa es el guion miope que nadie se salta a la hora de analizar las cuentas públicas desde una determinada región de España, porque esto no es privativo de las Islas.

«Castigo a Canarias», «maltrato del Estado» y otras frases hechas que algunos repiten como loros, pero con insólita pretensión de originalidad, no hacen más que demostrar hasta qué punto ha calado una idea nefasta : la de confundir la administración, el gobierno, el Estado, en definitiva (el aparato autonómico es parte de él, según la Constitución), con el ciudadano, cuando en realidad vive de él y no siempre para él.

Al hablar de las «partidas para el Archipiélago» no se está hablando de los canarios, sino de las administraciones que él sostiene con sus impuestos, de manera tal que incluso, aunque parezca una aspiración inusual dado el estado calamitosamente acrítico de la opinión pública en esta materia, deberíamos soñar con unas partidas «para Canarias» que disminuyeran más y más conforme pasan los años, porque estaríamos hablando, de ser así, de una factura menor para el contribuyente. ¿O acaso, de ser posible, no querríamos todos pagar menos impuestos?

Entiendo que la lógica del político promedio —más aun tratándose de un territorio donde desde hace más de 20 años gobierna un partido regionalista-nacionalista que, por definición, no puede tener otro discurso— sea la de tratar de conseguir cada vez más recursos, para aumentar su influencia. Lo que no parece tener lógica alguna es que alcance un grado tan alto de adhesión a sus propósitos por parte de aquellos a los que no queda más remedio que pagar la factura. Es una batalla cultural y me temo que está perdida.

«¿Y cómo tratan a Canarias?»

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