viviendo en san borondón

Recelos contra el turismo

Peculiar resulta oír al nuevo consejero de Agricultura proclamar que «los hoteles deben consumir más productos de Canarias, aunque sean más caros»

José Fco. Fernández Belda

Tan inevitables como lo son la muerte y los impuestos, aforismo atribuido a Benjamín Franklin, cada vez que se produce un cambio de gobierno, en los discursos de investidura y de toma de posesión de ministros, consejeros o concejales, se habla de la urgente necesidad de cambiar el modelo turístico para sustituirlo por algo indefinido, calificado de “sostenible y ecológico” para darle un tono de respetabilidad y contenido a algo que desconocen los recién llegados al negocio turístico, pero que pueden condicionarlo por sus ideologías políticas llevadas al boletín oficial.

Ya no se habla en los discursos políticos de la riqueza y el empleo que generó ese modelo turístico que ahora desprecian. Algo recuerdan sobre la construcción y su manida burbuja, desinflada como aquella otra tan artificiosa de las empresas “punto-com”. También se ciernen negros nubarrones sobre los prejuicios del calentamiento global producido por el cambio climático, el clima climático de Moratinos, cuando se anuncia una nueva “Edad de Hielo” para el año 2030 originada por la falta de ganas del Sol para seguir calentando a los obnubilados seguidores del otrora gurú Al Gore y los restos del tendencioso IPCC. Y esto, de ser cierto, sí que debería preocuparnos porque dejarán de venir turistas a helarse a nuestras playas, pues ya estarían suficientemente helados en su casa.

Habrá que dar los célebres 100 días para que los recién llegados se asienten y comiencen a trabajar, aunque ya algunas declaraciones y silencios de los responsables de la cosa turística, producen inquietudes y recelos entre los operadores turísticos. Si bien hablan de diversificar la oferta, parece que se centran más en aspectos relacionados con la renovación de la supuesta planta obsoleta, cuestión más dirigida al sector de la construcción que al negocio turístico, en imponer nuevas restricciones a las iniciativas empresariales y en pretender regular la gestión de las plantas alojativas. Nada se ha oído de facilitar la implantación de actividades complementarias, que no alternativas a lo que funciona bien, mejorando el atractivo de nuestra oferta para unos nuevos segmentos de la demanda que se adicionan a los clásicos, no sustituyen, a los de sol, playa y copas.

Peculiar resulta oír al nuevo consejero de Agricultura, Ganadería, Pesca y Aguas, proclamar que “los hoteles deben consumir más productos de Canarias, aunque sean más caros”. Dicho de esa forma, si el término “deben” es una sugerencia para quedar bien con el sector primario, también podría aconsejarlo a los consumidores canarios para que compren en los supermercados productos de la tierra y renuncien a otros de importación, mucho más baratos, aunque les suba el coste de la cesta de la compra. Pero si lo que dice es que está pensando imponer medidas para que eso sea así, la competitividad del sector turístico peligra al regular lo que no es de su competencia , salvo en aquellas fracasadas economías socialistas de planificación central, tan del gusto de los de Podemos.

No obstante, llueve sobre mojado pues buena parte de lo que propone, lleva años durmiendo en los cajones de la Consejería de Turismo. Dos ejemplos ilustrativos de la desidia institucional pueden ponerse sobre el tapete. Uno es el desarrollado en la empresa pública Hecansa con el objeto de poner en valor los productos y recetas canarias en la industria hotelera con el nombre de “Bufé temático canario” . Se pretendía precisamente hacer lo que también expresaba el consejero Narvay Quintero: “debemos seducir a los turistas con la calidad del producto del campo canario”, ofreciéndolo de forma atractiva y comercialmente viable en los bufé hoteleros. Y como el consejero también lo es de pesca, aunque sólo hable del campo, cabe recordarle el magnífico trabajo desarrollado bajo la dirección del investigador José Antonio González —como Pepe Solea firma en Pella Gofio— llamado Marprof, galardonado con el premio al mejor libro de cocina de España y compitiendo para serlo también de los mejores del mundo. Pero no hay profetas en tierra propia.

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