Juan Luis Guerra «calienta» La Palma
El entusiasmo del público arropa el concierto estrella de La Bajada, en el que el solista relegó sus clásicos
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La Palma sigue exprimiendo al máximo La Bajada de la Virgen. Durante estos tórridos días de verano azul en la isla bonita todo gira en torno a las fiestas de la patrona . Este lunes los más de 9.000 palmeros que bailaron sí o sí las bachatas, el merengue y la salsa de un innegablemente místico Juan Luis Guerra y su banda, la 4.40, pasaron el día con la resaca de casi dos horas de entrega a la estrella internacional , pero que en el fondo supo a poco. Saltó al escenario este domingo sobre las 21.00 horas y, sin mediar palabra, arrancó con uno de sus temas de su último trabajo que lleva por título «Todo tiene su hora».
Dio igual que el respetable no tarareara el tema, porque los espectadores ya tenían decidido arropar el recital contra cualquier pronóstico o contratiempo y, por supuesto, al característico sonido Juan Luis Guerra, que lo pone el impresionante grupo de músicos que le acompaña. Guerra demostró tablas, que «trota» más que baila lo que aún canta magníficamente bien, y en La Palma cumplió con el repertorio sin explotar sus hits . Sobre la isla poseedora de uno de los cielos más bellos de este lado del Atlántico, el de República Dominicana atinó a decir que le parecía «preciosa». No hubo más referencia a la isla ni a sus fieles allí presentes.
El célebre «Ojalá que llueva café» sonó casi media hora después del inicio. Con cada clásico, el público se vino arriba y con los menos conocidos también. Era el concierto de Juan Luis Guerra en las fiestas lustrales. Si el solista no estuvo por la labor de esforzarse en conectar con sus fans palmeros no se notó ni repercutió en la fiesta del meneo de pies y caderas. El artista recorrió la tarima de lado a lado con el mismo look —misma o bastante parecida boina, chaleco y tonos marrones— que el que lució en Tenerife . Durante la primera hora combinó temas bailables con bachatas de corte lento, como las que dedicó a su mujer y su hija. Eso sí, más rítmica fue la canción que entonó en homenaje a Jesús.
Después de una hora con tramos melódicos, de trazo romántico, en la segunda hora puso el piloto automático y cantó todo lo posiblemente danzable previsto en su guión. Ahí demostró que la marca Juan Luis Guerra es sobre todo un sonido, un estilo y una forma de entender e interpretar la bachata, el merengue y la salsa . Nada más volver al escenario, buscó al público con «Visa para un sueño» y el clímax llegó pasadas las diez y media de la noche con «La bilirrubina».
Apenas quedaba media hora para el final y ya se hacían recuentos informales sobre las canciones que faltaban por oírse. «Quisiera ser un pez» o «Me enamoro de ella», entre otras. Y, sin embargo, llegaron casi todas. En forma de doble despedida con medley final compactado en los últimos y extasiados minutos. El cantante, más suelto, dejó que una chica subiera al escenario a darle un beso y con el detalle abrochó un concierto desatado desde el minuto uno, apoteósico por su simple presencia y salvado gracias al entusiasmo y las ganas de disfrutar que pusieron los palmeros.
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