babilonia en guagua
Las favelas no existen, pero haberlas haylas
Por una causa o por otra, estos metros cuadrados de miseria seguirán aumentando. En cualquier punto de nuestras ciudades y en cualquiera de nuestras islas
En estos días azules y caniculares de julio, mientras las primeras de la prensa baifa se tiñen de teoremas acerca de modelos turísticos, del sexo de los ángeles y de la insoportable levedad del ser, otras noticias pasan de hurtadillas para no empañar el oropel vacuo de las primeras.
En los alrededores del santacrucero pabellón Pancho Camurria, la miseria vuelve a crecer geométricamente en metros cuadrados. Las infraviviendas del barrio 82 a las que algunos se refieren, no son sino un eufemismo para referirse a la consolidación de un nuevo barrio a partir del chabolismo de toda la vida.
A pesar de los que navegan ya proa al marisco con el desarrollismo por bandera; la cara B de las optimistas previsiones económicas tienen nombre y apellidos, en una zona que cada vez recuerda más a los guettos de cualquier noticiario internacional.
Las razones son múltiples y, desgraciadamente, no se puede subsanar rápidamente con un decreto ley. Algunas voces han comenzado a hablar de geoestrategia a partir de la nacionalidad de sus moradores. Algo peligroso que nos lleva a un camino del odio y de la división. Otros lo achacan al castigo divino por las consecuencias de las drogodependencias, como si por amor al arte se hubieran metido un pico de heroína. Quizás fuese por la falta del arte del amor.
Sean cuales fueren los orígenes éticos y las causas de los habitantes de este poblado, la cordura tiene que imperar. La responsabilidad social de los representantes públicos con la ciudad, con el distrito, pero también con los valores humanos no puede escatimar en los parámetros de solidaridad y justicia social.
Justicia, a veces pareciera que se apelase a una utopía o a un inalcanzable boato. Precisamente la miseria ha hecho que se disparen las solicitudes de justicia gratuita en la isla. El Colegio de Abogados de Santa Cruz de Tenerife desvela los efectos de la podredumbre que carcome a la sociedad del archipiélago con unas estadísticas que sonrojarían a más de un oriundo del mal llamado primer mundo. Que la justicia sea universal y no para el que se la pueda pagar es uno de los principios a los cuales no podemos renunciar como colectivo.
Y bien por una causa o por otra, estos metros cuadrados de miseria seguirán aumentando. En cualquier punto de nuestras ciudades y en cualquiera de nuestras islas. Toda excusa será buena para desarraigar familias, condenar al ostracismo a las minorías o cargar con el peso de la opulencia a los más débiles del sistema. Dicen que las favelas no existen, pero haberlas haylas. Y quizás más cerca de lo que hubiéramos deseado. Igual con ello se puede trastocar alguna estampa turística, pero para eso siempre nos quedará el Photoshop y un saco de buenas intenciones.
Buenos días, y por si no volvemos a vernos: Buenos días, buenas tardes y buenas noches.