confieso que he pensado
El amigo de la tele
Lo realmente grave es que pese a la existencia de todo tipo de sospechas el Gobierno no sólo haya permanecido impasible, sino que haya defendido a capa y espada lo indefendible
Los nacionalistas, en su sempiterno papel de señores erre que erre, llevan décadas insistiendo hasta la saciedad en que el principal mal del archipiélago es el ninguneo que sufre por parte de un Estado voraz e insensible, además de con tendencias indisimuladamente centralistas. Y por una vez habría que darles la razón, aunque, carambolas del destino, en esta ocasión sean ellos los principales beneficiarios de tamaño olvido de la periferia.
Que lo ocurrido en la radiotelevisión pública canaria a lo largo de los últimos años, pero especialmente en la última etapa de gobierno de Paulino Rivero, no se haya convertido en un asunto noticiable en el ámbito nacional sólo encuentra explicación en una evidente impericia periodística centralista , que, dada la importancia que el isleño concede a todo lo que se diga en el exterior acerca del terruño, posibilitará que una de las principales sombras del todavía presidente no alcance el rango de escándalo que se ha ganado con creces.
Porque no es sólo que la televisión pública canaria, la que pagamos todos y cada uno de los habitantes de la Comunidad autónoma, lleve años ofreciendo unos informativos absolutamente sesgados y por ello faltos de credibilidad; a fin de cuentas, es un rasgo común de todas las televisiones públicas de este país, si acaso con la excepción, justo es reconocerlo, de RTVE durante el gobierno de Rodríguez Zapatero.
Tampoco que los contenidos se hayan caracterizado, en términos generales, por su baja calidad, en ocasiones despertadores de la vergüenza ajena, porque lo cierto es que tal sensación la experimentamos con no pocas de las restantes cadenas "de todos" que han aflorado a lo largo y ancho del país. Lo realmente grave, lo que convierte el caso canario en un verdadero escándalo, es que pese a la existencia de todo tipo de sospechas acerca de prácticas perversas, las mayoría de ellas notablemente fundadas, como bien se está encargando de atestiguar la actuación policial, el Gobierno no sólo haya permanecido impasible, sin mover ni un solo dedo para poner fin a tal desaguisado, sino que se haya enrocado para defender a capa y espada lo indefendible . Y el Gobierno lo forman el presidente y sus adláteres, sean de un partido, Coalición Canaria, u otro, el PSOE, porque tan culpable es quien consiente como quien mira hacia otro lado.
Y ni siquiera el PP, desde su papel como principal fuerza de la oposición, ha hecho lo suficiente, acaso porque bastaría con mirar hacia otras comunidades autónomas para cerciorarnos de que su gestión en otros medios públicos no ha sido, ni mucho menos, ejemplar.
El resultado es que se le ha estado tomando el pelo a la ciudadanía durante años, al tiempo que se ha evidenciado hasta qué extremo nos hallamos en una sociedad provinciana donde el amiguismo se ha convertido en la principal seña de identidad. Porque lo de la radiotelevisión canaria puede resumirse como un efecto del amiguismo recalcitrante que se ha adueñado de las instituciones del archipiélago. Y hay amigos que, visto lo visto, salen muy caros.