confieso que he pensado

El fútbol

La vida no empieza ni acaba en el fútbol, que una sociedad no es mejor ni peor por lo que hagan once tipos sobre un campo de hierba, se ha convertido en una de las grandes asignaturas pendientes de nuestro país

santiago díaz bravo

Probablemente una de las mayores falacias de todas cuantas llevamos escuchando a lo largo de nuestra vida es que los éxitos de un club de fútbol nos van a mejorar la vida. En su nombre, en nombre de tamaña memez, se llevan décadas desviando fondos públicos a instituciones deportivas que se han convertido en una suerte de bandera intocable de las esencias patrias. Montante que, por supuesto, se detrae de otras esferas de la administración.

Que el ascenso de la UD Las Palmas es una buena noticia para sus aficionados, desde luego, igual que antes lo fue el del CD Tenerife y el de otros equipos del archipiélago, pero de ahí a pretender que tal logro deportivo se convierta en la quintaesencia de la recuperación económica dista no uno, sino cientos de abismos, los que separan el fanatismo del sentido común.

Los defensores de tal teoría, que la exhiben cada vez que deben armarse de argumentos para pedir ésta o aquella subvención, siempre podrán encontrar en internet estudios que la avalen . Sin embargo, ni uno solo de esos estudios llega más allá de una interpretación de sus autores que se fundamenta no tanto en unos resultados empíricos como en una irracional fe en que las cosas ocurran.

Hasta la fecha no existe ni un solo análisis serio que determine que los éxitos deportivos repercuten en los índices económicos más allá de los ingresos extra que registran durante varios días determinados bares y tabernas , escenarios de no pocas celebraciones.

Que un turista se decante por un destino en lugar de por otro tomando como referencia la categoría en la que milita el equipo representativo es lo mismo que suponer que el PIB de los principales países se sitúa en una escala directamente proporcional a los resultados del último campeonato mundial de fútbol . Es, sencillamente, y mientras no se demuestre lo contrario, una teoría ridícula.

El futbol, el panem et circenses del siglo XXI, ha adquirido un protagonismo a todas luces desproporcionado debido a esa condición de medio de embelesamiento de las masas . En su nombre se han cometido, y con seguridad se seguirán cometiendo, una amplia gama de extravagancias presupuestarias que, para mayor inri, serán aplaudidas por una opinión pública demasiado pendiente del balón al tiempo que extremadamente ajena a las cosas de verdad importantes.

Hacer ver que la vida no empieza ni acaba en el fútbol , que una sociedad no es mejor ni peor por lo que hagan once tipos sobre un campo de hierba, se ha convertido en una de las grandes asignaturas pendientes de nuestro país. Parece cosa de tontos. Y lo es.

El fútbol

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