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El canto coral y la infancia

Por habernos hecho recuperar un poco de aliento, de alegría, y por qué no decirlo, de esperanza en el futuro, desde estas líneas quiero agradecer a Marcela Garrón

chema ayaso

En este modelo de sociedad en el que parece que lo que se impone son las relaciones personales a través de pantallitas luminosas y tu importancia como persona depende del número de seguidores que puedas tener en las redes sociales, todavía quedan reductos donde los valores del mérito y el esfuerzo individual deben armonizarse para poder conseguir un objetivo común. Uno de estos reductos es sin duda alguna la música.

El pasado sábado 20 de junio en el auditorio Alfredo Kraus de Las Palmas de Gran Canaria, el Coro Infantil de la Orquesta Filarmónica de Gran Canaria nos brindó a muchos afortunados la oportunidad de rescatar a nuestra maltratada sensibilidad de la monótona ordinariez cotidiana. Su directora Marcela Garrón es una reconocida concertista boliviana y directora coral que desde 1995 reside en nuestra ciudad.

Sus responsabilidades musicales y su más que evidente amor por el canto coral la han llevado desde el año 2009 a crear y conducir también los proyectos del Coro Juvenil de la Fundación OFGC. De su mano, del esfuerzo de sus alumnos infantiles y juveniles y la colaboración de músicos como el pianista Nauzet Mederos, el bajo Carlos Ayala y la Agrupación de percusión Andrzej Gliszewski dirigida por David Hernández se organizó un concierto para este de fin de curso en el que los asistentes, como digo, pudimos disfrutar de mucho más que de los progresos vocales de los cantantes.

Parca y precisa en palabras, Marcela Garrón prefiere dejar que sea el trabajo con sus alumnos y alumnas el que hable en el escenario que, por mor de lo que allí ocurría, se iba llenando de detalles no verbales cargados de los valores trabajados y adquiridos. Al ir entrando en escena los protagonistas, lo primero que se percibe es que el canto coral es una expresión musical de profundo contenido social precisamente porque, los coros mismos, están compuestos por la esencia de la vida misma y el espíritu de una sociedad plural y de intereses diversos como es la nuestra.

Sin embargo, una especie de algo que podríamos llamar magia del canto coral hizo que todas esas diferencias se diluyeran para conseguir formar una auténtica familia en la que, si bien algunas diferencias no desaparecieron del todo desde luego sí que se atenuaron, para dejar paso a valores como el compañerismo, el respeto al otro, la responsabilidad, el espíritu de superación y la solidaridad. Desde el asiento en el patio de butacas uno se da cuenta del enorme esfuerzo y los sacrificios que deben existir detrás de lo que se nos estaba mostrando. Pero simultáneamente también se percibía el grado de satisfacción y felicidad de los niños por haber conseguido las metas propuestas.

Y es que, lejos de esa sobreprotección que a muchos les pudiera parecer una manera adecuada de educar, los hábitos de orden, la disciplina individual y de conjunto, el esfuerzo y la constancia son los principios a través de los que evolucionamos como personas y como sociedad. Por habernos hecho recuperar un poco de aliento, de alegría, y por qué no decirlo, de esperanza en el futuro, desde estas líneas quiero agradecer a Marcela Garrón esa discreta y sin embargo tan importante labor educativa que está desarrollando con los miembros de sus coros infantiles y juveniles que sin duda alguna dan al canto coral un elevado significado social capaz de trascender cualquier diferencia.

El canto coral y la infancia

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