babilonia en guagua
El poder de un eructo
Aquello de lo que todos saben y nadie quiere hablar: ni los que ganaron, ni los que perdieron. Se trata de la abstención, el pasotismo o el «que vaya a votar otro, que a mí me da risa»
En estos días azules de mayo y a escasas horas de celebrar el día internacional de nuestra patria tricontinental, si hay algo que desata más comentarios que el dúo de canarias que andan sueltas en el pequinés reality-show de Antena 3 , son los sonoros eructos de algunos. Sin ánimo de excusarlos, posiblemente sean fruto de un ligero ardor de estómago subproducto de una mala resaca electoral. Y es que el cuerpo ya no es lo que era, hay que tomarse las cosas con sosiego.
Hay dos verdades que nos han dejado claro las urnas. Una, carnaza digna de riñas de patio de colegio y la otra, materia para un sesudo análisis sociológico. Como nos han parido de esta manera, obviamente la luz de los flashes caerá sobre la primera de las opciones. A fin de cuentas, resulta más apetecible para descargar ríos de tintas y rellenar huecos en blanco.
Desde hace horas asistimos al fragor de las declaraciones de los protagonistas de los últimos comicios que, sin sonrojarse, comienzan a traficar con los votos depositados por el respetable. Los menos henchidos, algunos resignados, otros beligerantes y los más atribulados, porque posiblemente, no sean capaces de comprender el mensaje de hartazgo del pueblo que camina por el fango de Babilonia. Incluso los hay que —horas antes de dejar el convento— reinterpretan en varios sentidos los mismos datos. Eso sí, con un rango horario diferente para no parecer excesivamente bipolares.
La segunda de las verdades, pero no menos importante, es la que todos saben y nadie quiere hablar: ni los que ganaron, ni los que perdieron. Se trata de la abstención, el pasotismo o «que vaya a votar otro que a mí me da risa». Es sintomático. La misma población que meses antes analizaba el panorama socioeconómico canario con la fuerza que da divagar en cholas, con una cerveza en ristre y un periódico deportivo bajo el sobaco, optó el día D por diluir la fuerza del voto con un bostezo.
Récord de abstención que salpimenta unos resultados electorales que vestirán a nuestra comunidad autónoma durante la legislatura que está a punto de nacer. La conjura para cambiar el sistema, tan cacareada en los últimos meses se quedó en la nada de las más absolutas. La fuerza del voto es puesta en duda, y con ella, se hacen más fuertes las posiciones que ningunean a la democracia.
No se preocupe, la culpa no es de nadie. Puede dormir tranquilo. Unos por usarla en exceso y a su antojo, y otros por no conferirle el poder que realmente tiene, la hemos terminado por convertir en un espectáculo que se justifica con un proceso electoral en el que todos quieren dejar su impronta, con una foto, con un análisis o con un eructo. Da igual, lo primero que salga.
Buenos días, y por si no volvemos a vernos: Buenos días, buenas tardes y buenas noches.