Viviendo en San Borondón
El todo incluido y la tarifa plana
Si lo que se ofrece fuera del hotel no es más atractivo que lo que ya se tiene dentro, ¿qué interés tiene para el cliente malgastar tiempo y dinero?
CUANDO las cosas no van muy bien para un sector social o económico y empiezan a marchar peor que antes, es frecuente intentar buscar chivos expiatorios externos que lo expliquen. Sólo en contadas ocasiones se hace una reflexión y un análisis profundo de las causas de tal situación sobrevenida. Comienzan entonces a proliferar remedios de barra de bar y eslóganes falaces, populistas o demagógicos si los lanzan los políticos, que pretenden apuntalar el inmovilismo o el estatus de algunos, intentando poner puertas al campo y frenar la innovación.
Hay quienes pretenden culpar de la disminución del número de clientes, y por ende de la rentabilidad de los restaurantes que proliferan en las zonas turísticas, al incremento de establecimientos hoteleros que ofrecen el todo incluido en su división de hostelería, cual si fuera una sobrevenida plaga bíblica de Egipto. Pero eso de la caída en picado de la rentabilidad, con ser cierto, tiene su principal responsabilidad en otros varios factores.
En los inicios del boom turístico, gran parte de los restaurantes recién instalados ofrecían menús de dudosa calidad, con una oferta anodina y poco atractiva para un amplio sector de visitantes, que podrían desear conocer ese elemento fundamental de la cultura de un pueblo, como es su gastronomía. Muy pocos optaron por elaborar una cocina creativa, basada en el uso inteligente y novedoso de la gran variedad y calidad de los productos de la tierra y del mar canario, no necesariamente ligada a la cocina tradicional o de la abuela, casi imposible de ofrecer de forma rentable. Un gran conocedor y maestro de estos asuntos de los fogones, Mario Hernández Bueno, ha publicado mucho y bien sobre esas razones y a su mejor saber y entender me remito.
A mi entender, el no ofrecer esa cocina netamente canaria que fuera atractiva para nuestros visitantes, ofreciendo prácticamente todos los establecimientos los mismos platos de la cocina internacional estándar, es la causa principal del problema que hoy tienen. En realidad, el que sufren los que no supieron evolucionar y adaptarse a las nuevas demandas de los clientes de hoy, olvidando los viejos usos y abusos que se cometieron antaño con nuestros visitantes.
El todo incluido es en realidad un seguro logístico en el destino vacacional. Se contrata para evitarse disgustos y privaciones imprevistas, sobre todo cuando se viaja con niños, en un destino cuyos precios turísticos se desconocen. El todo incluido no obliga a usar los restaurantes del hotel, sólo implica que podemos hacerlo, si así se desea. Se suele olvidar con mucha frecuencia que la función básica de los restaurantes en zonas turísticas no es la de alimentarse. La mayor parte de los clientes acuden a ellos a «premiarse» y a pasar un buen rato. Por eso lo más habitual es ir en grupo, o sólo dos si es una velada romántica. Si lo que se ofrece fuera del hotel no es más atractivo que lo que ya se tiene dentro, ¿qué interés tiene para el cliente malgastar tiempo y dinero? ¿Es culpa del todo incluido? A mi entender, no.
Una estrategia empresarial, similar en lo esencial al todo incluido, es la llamada tarifa plana para la telefonía e Internet. Resulta muy atractiva y muy pocos se atreverían a condenarla diciendo que ha acabado con las compañías telefónicas tradicionales o los locutorios, lo cual es parcialmente cierto. Contratarla no implica que no se gasten cantidades adicionales de dinero en adquirir otros servicios complementarios que no están cubiertos por esa tarifa plana. En realidad, muchas personas se dan cuenta de eso cuando ven cargos adicionales en sus facturas y, a pesar de ello, siguen consumiendo esos complementos que les resultan gratificantes y son asumibles en sus presupuestos. Entonces, desde el punto de vista de los consumidores, ¿por qué es buena la tarifa plana y es malo el todo incluido?