babilonia en guagua
Paseo bajo palio
La cercanía de los procesos electorales de este año son el culmen de este vía crucis de vanidades
En estos días de abril comienza a atemperarse la atmósfera por eso de la equinoccial primavera y sus efectos son inmediatos. La gente se despereza de su hibernación anual y sale a la calle a pasear. Porque, en definitiva, nos gusta dejarnos ver. Aunque siempre hay una excepción y son aquellos que lo llevan a un grado superlativo. Se trata de los fanáticos del exhibicionismo. Sea donde sea. Da igual, todo sea por el hedonismo audiovisual.
Y es que en esta semana, asoman cosas que son muy desagradables a las pupilas. No se trata del blanco nuclear de nuestras epidermis, vírgenes de radiación solar durante meses, y que mostramos con la avidez propia del síndrome de abstinencia al astro rey. Tampoco nos referimos a las escenas religiosas que con un gusto demasiado orgiástico por la sangre y el dolor, se pasean por las calles de nuestras ciudades, villas y taifas.
Se trata del paseíllo de los nuestros —y nuestras— en procesiones, peregrinaciones y romerías varias. Si de por sí, la Semana Santa es una mezcla entre una pasarela de alta costura y relaciones públicas basadas en la devoción 2.0, la cercanía de los procesos electorales de este año, son el culmen de este vía crucis de vanidades.
No existe un modelo estándar para salir alegremente al cortejo fúnebre. Lo más habitual es vestirse de luto riguroso y ornarse con todos los metales al alcance, para que dejen claro el rango y el grado de sangre real del que lo porta. Aún a costa de descolgarse el hombro o de aumentar la probabilidad de una lumbalgia. Da igual, la ocasión lo merece. Al igual que el papel, la tela aguanta todo el metal que se le eche encima: medallas de concejal, fajín de consejero, corona de hijo predilecto de la patria, pin de cofrade, e incluso, una medallita oxidada de la primera comunión.
En un remedo del NO-DO para la crónica social local, nadie escatimará en hacer pública su 'enorme devoción' por la imagen de turno; dándose la circunstancia, que en la procesión siguiente dirá lo mismo de otra alegoría religiosa. Y así sucesivamente. Todo esto con cara de circunstancias y con golpes en el pecho. Incluso, hay quien llega a presentar un desgaste excesivo en la pernera. A la altura de la rodilla para más señas. Entiéndase que por un desmedido fervor a ponerse de rodillas a la menor ocasión. Sin segundas.
Los tiempos de crisis son proclives a un exceso de fe en lo invisible y a las conversiones masivas. Posiblemente por la esperanza de que alguien desde el otro lado nos eche una mano. Sabiéndose eso desde antiguo, se comprende ahora el binomio entre política y religión. Aunque resulte paradójico, podemos entender que precisamente porque somos como somos, en un país que se ha declarado como estado laico (e incluso moderno) nadie ha tenido las agallas de impulsar las bases de tal característica. Por contra, se siguen perpetuando las alegres fusiones entre algunos de sus miembros. Muchos piensan que lo de la separación de poderes, vale, pero si viene bendecido desde alguna oficina purpurada, mejor que mejor.
Buenos días, y por si no volvemos a vernos: Buenos días, buenas tardes y buenas noches.