babilonia en guagua

República de la lata del gofio

Una de dos, o alguien gana por la más absoluta de las mayorías o la algarabía será digna de otro síndrome marxista: el del camarote

gustavo reneses

En estos días azules de marzo, y como una plaga que asuela esta parte de la tricontinentalidad más dicharachera, se multiplican los casos de personas con el conocido síndrome marxista de la retórica ambigua. No hay que asustarse, vayamos por partes.

Este tipo de marxismo ha creado escuela en todos los que juegan al noble arte de la política. A la zurda o a la diestra del padre. Y a la larga eso se nota. Bueno, a la corta también, para qué obviarlo.

El tema es que no se sabe si, por coincidir con el aperitivo de las elecciones andaluzas, por estar en la precampaña electoral para los comicios de mayo o por la pre-precampaña de noviembre, cada vez hay más afectados por esta sintomatología.

El elemento sensible suele ser de esos que de Una, Grande y Libre pasaron a Un Gran Lío, y claro, se hicieron el ídem un lío. Es lo que tiene la nocturnidad y alevosía que a más de uno/a confunde.

Estas personas suelen jurar, incluso sobre cualquier libro con hojas, que son 'hombre/mujer de partido'. Táchese lo que no proceda (entiéndase el género, no el complemento directo). Tanto es así que llevan el ADN de su partido en su pensamiento, obra y omisión. Especialmente en esto último.

La fidelidad a sus partidos es eterna —calculable al número máximo de veces que son nominados como cabezas de cartel o cabezas de algo—. Justo en ese momento se produce el apogeo marxista —entiéndase, de Groucho—, y es cuando a la consabida declaración 'soy un hombre/mujer de partido', se le añade la segunda parte siempre dicha entre dientes: 'Tanto; que si no me eligen a mí, fundo un nuevo partido'.

Y eso es bonito. Claro que sí. Algunos le llaman democracia y otros 'collage vintage'. Nuevas siglas y nuevos colores para que no muera lo que una vez habitó entre nosotros. Es tan bonito servir a la patria, que muchos hacen denodados esfuerzos por seguir en la brecha a cualquier precio. Bueno, a cualquiera no, gratis pocos lo hacen.

El caso es que de un tripartidismo clásico entre las mimetizadas opciones ideológicas, hemos pasado a un panteón multicultural que ríase usted de la saga de los dioses grecorromanos. O una de dos, o alguien gana por la más absoluta de las mayorías o la algarabía será digna de otro síndrome marxista: el del camarote. En este caso la opción con más éxito será la que obviamente tenga más huevos duros.

Y si no, puestos a inventar cerremos por inventario y tracemos el boceto de una nueva patria. Pero nada de viejos latinajos, ni de coyunturas postmodernas. Tiremos de lo pomposo, de algo que nos sintamos identificados: Unión de Repúblicas Canarias Semidemocráticas de los Trabajadores —y adláteres— de la Lata del Gofio. Y dos huevos duros.

Buenos días, y por si no volvemos a vernos: Buenos días, buenas tardes y buenas noches.

República de la lata del gofio

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