babilonia en guagua

Sociedad narcotizada

Se duplica la media nacional en la ingesta de alcohol a diario y la edad media de consumo desciende a los 17 años

gustavo reneses

En estos días azules de marzo, los estertores del invierno causan estragos en nuestra baifa sociedad que ansía una dosis de rayos solares. Cualquier momento más atemperado es excusa para sacar la ropa más menguada y pasear cual jornada bochornosa de agosto. Eso sí, con la posterior consecuencia en forma de abundantes descargas acuosas nasales o alegres broncoespasmos.

A veces, la querencia por la dosis no escatima en la sustancia de origen. Sin ir más lejos, hace unos días, la Dirección General de Salud Pública presentó la encuesta bienal «Edades sobre consumo de drogas». El resultado no pudo ser más desesperanzador, los hipnosedantes no sólo han experimentado un peligroso crecimiento en Canarias durante los últimos cuatro años, sino que además, se han mimetizado como un elemento más del paisaje casero debido a su descafeinada visión.

Por si esto no fuera un elemento de profunda reflexión, se le incorporan una serie de datos que no invitan al optimismo. Se duplica la media nacional en la ingesta de alcohol a diario y la edad media de consumo desciende a los 17 años.

En una sociedad atormentada por una situación económica que ha erosionado todo atisbo de esperanza, no es de extrañar que la situación más rápida para evadirse de la pesadilla causada por el desmelene de unos con la connivencia de otros, sean las drogas legales. En el bar de la esquina o la intimidad del hogar.

Lo único que en nuestra aséptica sociedad, como la palabra droga no es políticamente correcta, la disfrazamos con preciosos envoltorios, exóticos nombres, y por supuesto, luciendo una etiqueta con el impuesto de turno que nos exima de cualquier resquicio de culpabilidad.

Una población con niveles de desempleo digna de países terceros, con una economía que no termina de arrancar y con una situación más cercana a la neoesclavitud que a la libertad económica, el acceso a las drogas no se justifica, pero se entiende perfectamente. Lastrados y encorsetados, la generación más preparada de la historia de Canarias es también la generación más maltrada.

Sin nada que perder, pero con todo que ganar, no cabe duda que se hace necesario voltear los decadentes valores heredados. Perseverancia para sentirnos dueños de nuestro propio destino sin acudir a evasivas encapsuladas es la mayor de las victorias. Caer ante el pesimismo es darle alas a la ética de quien considera que somos simples elementos de producción, con obsolescencia programada y sin garantía de devolución. Lo que pasa que eso, a veces, cuesta verlo por la puñetera humareda de lo que queman un poco más arriba.

Buenos días, y por si no volvemos a vernos: Buenos días, buenas tardes y buenas noches.

Sociedad narcotizada

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