confieso que he pensado
Más de lo mismo
Lo único que nos queda es replantearnos una vez más la idoneidad de contar con un organismo que se ha convertido en una fuente de conflictos
Más de lo mismo o la constatación de que cuando las cosas se hacen mal desde el principio, poco van a poder mejorar. El proceso de constitución de un consejo rector para los medios de comunicación propiedad de la Comunidad autónoma canaria, que debería haber dado como resultado la elección de un presidente que, cuando menos, devolviera al ente la credibilidad perdida, ha supuesto la constatación de que la única forma de evitar la injerencia de los partidos políticos en tales menesteres es la búsqueda de una fórmula que les aparte definitivamente de la toma de decisiones. Y eso, en una región donde las administraciones y los órganos conexos se han convertido en meros chiringuitos al servicio de los jerifaltes, se nos antoja poco menos que imposible.
Dejando a un lado el debate sobre la conveniencia de contar con unos medios de comunicación públicos de ámbito regional, a estas alturas superado tras la aplastante constatación de que, en lugar de actuar como entidades al servicio de la ciudadanía, se han tornado en meros juguetes políticos, parece imprescindible cambiar la fórmula existente, apartándola del tradicional modelo de control parlamentario, por otra que dé cabida a un mayor número de agentes sociales.
Lo ocurrido esta semana bien podría formar parte de un serial de humor delirante, toda vez que los protagonistas, cargos políticos representativos cuya misión era retomar la senda perdida, –puede que nunca encontrada– para que un supuesto servicio público cumpla las expectativas para las que fue concebido, han incurrido de forma flagrante en los mismos errores que se han venido cometiendo a lo largo de los últimos años. Y lo peor de todo: con premeditación y alevosía.
Si existe la opinión mayoritaria de que Canarias, sí o sí, debe contar con cadenas de televisión y radio públicas, con el enorme gasto que ello conlleva para la ciudadanía, lo menos que se les puede exigir a quienes se han empeñado en tal objetivo es que se muevan dentro de la eficiencia y el decoro, y que se afanen de una vez en solucionar los problemas en lugar de, una vez más, crearlos.
Con un consejo rector o sin él, con un presidente o sin él, lo único cierto es que los medios de comunicación públicos se han convertido en un campo de batalla, en un caro campo de batalla. Que los responsables de tamaño dislate lo pacifiquen y hallen una solución definitiva resulta más que urgente, porque si, por el motivo que fuere, no resultase posible hallar una salida razonable a la actual situación, lo único que nos queda es replantearnos una vez más la idoneidad de contar con un organismo que se ha convertido en una fuente de conflictos.