confieso que he pensado

Llorones

El que no llora, no mama, reza el dicho popular, y los nacionalistas saben de eso más que nadie, porque el llanto, plagado de lágrimas de cocodrilo, ha sido y es su razón de ser

santiago díaz bravo

Mal que les pese a cargos, afiliados y simpatizantes de otras formaciones políticas, el populismo no es un arma electoral exclusiva de Podemos. PP y PSOE llevan décadas haciendo uso de él con mejores o peores resultados, aunque los verdaderos maestros en el arte de regalar a los oídos del populacho aquello que, en buena medida, va a resultar en una reacción que se traduzca en votos, son los partidos nacionalistas. Y la principal de las estrategias para lograrlo es, como no, el victimismo.

El último ejemplo de populismo decimonónico ha venido de la mano de una de las cabezas visibles de Coalición Canaria, Ana Oramas, quien con todo el derecho, sólo faltaría, ha criticado una decisión judicial que afecta al Carnaval de Las Palmas de Gran Canaria, pero ha aprovechado la coyuntura para llamar “goda" a la jueza que, por petición de unos vecinos y seguramente atendiendo a la legislación vigente (por el momento seguimos viviendo en un Estado de derecho), había suspendido de forma cautelar los mogollones del Carnaval.

La mención del monstruo que engulle a las islas, el godo insensible que ve en el archipiélago un territorio colonial del que trata de sacar la mejor tajada sin dar nada a cambio, se ha convertido en el santo y seña de un corpus ideológico que carece de cualquier otro fundamento que no sea la queja permanente. Porque es el victimismo el que ha llevado a CC a situarse como segunda fuerza política del archipiélago y, claro está, a él hay que recurrir cada vez que sea necesario soliviantar a la masa en beneficio propio, sobre todo cuando se acerca el periodo electoral.

El que no llora, no mama, reza el dicho popular, y los nacionalistas saben de eso más que nadie, porque el llanto, plagado de lágrimas de cocodrilo, ha sido y es su razón de ser. Lo mismo da que sea por el trato en las cuentas estatales, por la búsqueda de petróleo o porque una jueza decide suspender un acto del Carnaval. El objetivo es llorar y lograr que la ciudadanía se sume, porque el llanto, cuando se comparte, se traduce en votos, como bien ha quedado demostrado en tantas ocasiones.

Oramas, al igual que sus compañeros de filas, tiene siempre el pañuelo a mano. De él depende en buena medida el futuro de su partido en un periodo en el que el populismo se vende más caro que antaño. Y es que el principal objetivo de los nacionalistas es fomentar el sentimiento de maltrato entre la opinión pública, porque nada hay más saludable para sus intereses que una sociedad llorona.

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