Majaderías presidenciales

Rivero, al perder la carrera electoral por la candidatura a la presidencia del Gobierno, pudo haber tomado la decisión de mostrar a los canarios que era mucho mejor dirigente de lo que había sido hasta entonces. Sin embargo, su obsesión ha sido mantener un pulso constante con el gobierno central con un discurso a caballo entre lo macarra y lo superficial, que no mejora sustancialmente la imagen con la que habremos de recordarlo pasado un tiempo (¿habrá necesidad?). Lo peor, con todo, es esa permanente retórica bélica que le lleva a estar desafiando a diario a los que disienten de sus objetivos y anuncia movilizaciones bajo apelaciones a la pelea, así sea su oposición al petróleo o la más reciente contra la (pseudo) privatización de AENA (solo es el 49% de la empresa).

Rivero quiere ‘generar conciencia entre los canarios sobre el hecho de que la actividad económica del Archipiélago depende de tener unos aeropuertos competitivos’, lo que dejaría de ocurrir si son vendidos al sector privado, porque ‘los querrán para obtener beneficios, que solo serán posibles si disminuye la calidad del servicio prestado o incrementando los costes de las operaciones del aeropuerto’. Notable bobada, que habrá que apuntar no ya solo en el debe de un presidente que ignora cuestiones esenciales para cualquiera mínimamente avisado, si no en el de esa pléyade de asesores catedráticos de universidad que lo mismo sirven para un roto (encuesta prospecciones) que para un cosido (secundar cualquier majadería presidencial).

Lo que debería invalidar su pretensión es que tenga estas inquietantes ideas sobre la eficiencia, (que descarta o desconoce), o sobre el beneficio (una guía esencial en economía pero que molesta a Rivero) y aun así sostenga que quiere la competencia para gestionar los aeródromos canarios. Viendo la altura de sus argumentaciones, deberíamos prevenir seriamente a los canarios que pretende movilizar. En realidad, sus discursos están acorde con su praxis y quien desea incorporar más campos al paraguas autonómico bajo el aparentemente eficaz argumento de su condición de estratégicos, bien haría en explicarnos qué método usará para que los aeropuertos tuviesen un resultado distinto a los que ya conocemos en otras empresas que gestionan, bien sean hoteles escuelas o casinos, o políticas públicas como la sanidad, la educación o la justicia. Sería muy conveniente que Rivero, por una vez, tratara con algo de respeto a los dos millones de canarios a los que ha mal gobernado durante ocho inacabables años.