BABILONIA EN GUAGUA

Mascaritas y mascarones

Un impulso vital para el progreso económico y social que, mientras tanto, dormirá esperando una oportunidad

GUSTAVO RENESES

EN estos días gélidos de enero, antes de que el olor característico de los carnavales invada nuestras calles durante semanas y los problemas de las carnestolendas formen parte de las grandes discusiones filosóficas de la humanidad, nos llama poderosamente la atención una noticia que acompasa el ritmo de nuestra tierra. Véase son, guaracha y chachachá.

Canarias es la comunidad autónoma con los carnavales más importantes a este lado del Sistema Solar, y de paso, es el segundo reino de taifa que menos invierte en I+D. Atribulados todavía por estos datos, no nos explicamos cómo (pese a los denodados esfuerzos de los nuestros para que «lo nuestro» sea el paraíso envidiado por el resto de los mortales) a estas alturas no tenemos los carnavales más importantes de la galaxia. No será por falta de empeño.

Lo otro también es una lástima. Y eso que se pone toda la carne en el asador. Concretamente un 0,5% del PIB. La caída en picado de la inversión pública en materia de investigación y desarrollo es el trending topic los últimos años. Es lo normal en un territorio donde podemos recitar de memoria la lista de vicios y virtudes de cualquier personaje de un reality show, mientras le damos la papeleta y el pasaporte a nuestro cuadro científico. Total, qué da más dinero, ¿una ecuación garabateada en una libreta, una infografía de un (otro) proyecto emblemático o un grifo de cerveza a escasos metros de una hamaca y una TV?

Lo que está claro es que los conceptos como «sociedad del conocimiento» o «smart-cities» sólo supusieron grandes logros para la industria de la impresión y el offset. Concretamente vía programas electorales y documentos de síntesis de los añorados proyectos europeos. Aquellos que aguantaban toda la tinta que les echaran.

De resto, el I+D, entendido por los nuestros que más saben de la cosa, tiene una aplicación poco práctica para una sociedad que valora más el placer efímero a los grandes retos y principios del progreso humanista. Excepciones hay, claro que sí, y gracias a ellas lo poco que sobrevive es la cuna de aportaciones a la ciencia, y por tanto, a la mejora de nuestras condiciones sociales.

Las tornas podrían realmente cambiar cuando algún aprendiz de brujo descubra que el asunto se trata de una inversión y no de un simple gasto. Un impulso vital para el progreso económico y social que, mientras tanto, dormirá esperando una oportunidad. Y hasta que eso no llegue, ¿que se invierta más en desaqué y menos en el escenario del carnaval? ¡Venga ya! Hasta ahí hemos llegado.

Buenos días, y por si no volvemos a vernos: buenos días, buenas tardes y buenas noches.

Mascaritas y mascarones

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