BABILONIA EN GUAGUA
Hazme la caidita del cárter
Que nadie le aguara la fiesta al responsable de cualquier materia. ¡Estamos en la locomotora de la economía europea!
EN estos días azules de enero lo que está de moda es la caída. Sólo tenemos que levantar la mirada para ver caídas en todos los ámbitos de nuestro entorno.
Con las cuatro gotas de turno que caen junto a la calima, y que son el complemento ideal para la carrocería de nuestros vehículos, está la caída de las temperaturas que corona uno de los inviernos más fríos de los últimos años. También en el apartado de las desgracias caseras está la caída del líquido en nuestras cuentas corrientes a expensas de la cuesta de enero/febrero/marzo; e incluso en nuestras tierras baifas se da la caída del motor.
La caída del motor es un símbolo emblemático como pocos. No es sólo un fenómeno gravitatorio; en Canarias es mucho más. Es la demostración empírica de la idiosincracia patria, del savoir faire subtropical, en definitiva: de lo nuestro.
Hace unos días, a un agente de la Policía Local del Puerto de la Cruz se le cayó el bloque del motor en plena plaza del Charco. Así, de golpe. Nunca mejor dicho. La avería que se produjo entre un gran estruendo y una gran nube de humo no dejó a nadie indiferente.
El vehículo en cuestión es una pieza de orfebrería, de hace más de 30 años, de una laureada marca de motocicletas de la región alemana de Baviera, por lo que se puede concluir que no se trata de un defecto en la fabricación de la misma. La moto, junto con otras dos similares, es la flor y nata del Ayuntamiento portuense, que no puede presumir de un parque móvil adaptado a los tiempos que corren, aunque sí de un patrimonio museístico deslocalizado. La cosa tendría su chiste si en realidad el asunto tuviera gracia. Pero no es el caso. A la pésima imagen que ha dado este Ayuntamiento turístico del norte de la isla de Tenerife se le añade el pasotismo de los responsables en la materia, que en estos últimos años no han dotado correctamente las necesidades de este servicio público. Porque en 30 años da tiempo para cambiar la flota un par de veces.
El caso es que nosotros somos así y las cosas nos pasan porque alguien nos tiene que tener manía en algún punto del infierno. Las amenidades en las que todas las administraciones públicas se gastaron los cuartos cuando éramos objetivo uno de la UE se han quedado tontamente olvidadas. Sin embargo, en las cosas donde realmente había que invertir y prever las abandonamos a su suerte.
Que nadie le aguara la fiesta al responsable de cualquier materia. ¡Estamos en la locomotora de la economía europea! ¡Hay que agotar el presupuesto de este ejercicio, sí o sí! ¡Más madera, es la guerra!... Eran las cantinelas típicas de los pasillos de nuestros centros de poder. No hay que extrañarse de la caída del cárter, ni a este paso de la de Constantinopla.
Buenos días, y por si no volvemos a vernos: buenos días, buenas tardes y buenas noches.