Nicanor Bermúdez será el primer sacerdote surgido de la pequeña isla de La Graciosa
El seminarista descubrió su vocación tras conocer de cerca la pobreza en su experiencia misionera en San Isidro de Níjar

De la pequeña isla de La Graciosa poco se sabe fuera de Canarias, probablemente algunos la conozcan por sus magníficas playas o su excelente fauna marina, de la que derivan las que quizá sean las mejores croquetas de pescado de toda la región. Entre su apenas medio millar de habitantes hay también otras particularidades, como la de la fuerte vocación que acercó al camino de Dios al joven Nicanor Bermúdez, que pronto se convertirá en el primer sacerdote surgido de este rincón isleño.
Su vida transcurría como la de cualquier niño o joven. Cumplió con su Primera Comunión y su Confirmación, a los 16 años, eran los pasos que lo mantenían cerca de la vida eclesial, pero eso poco lo distinguía de otros compañeros y amigos. Fue sin embargo un viaje a Almería y unos ejercicios espirituales lo que sacó de toda duda al futuro «padre Nicanor»: su vocación era servir a Dios como sacerdote.
Con 17 años ya cumplidos, un grupo de jóvenes lo invitó a una experiencia misionera en San Isidro de Níjar , donde recuerda haber encontrado «el Rostro de Jesús en nuestros hermanos inmigrantes y en aquellas condiciones de vida (barrancos, barracas, casas que eran corrales y chabolas de trozos de madera recubiertas de plástico)», relata en una carta abierta en la que pide una oración por las vocaciones sacerdotales.
Regresó a Canarias transformado: «Aquellos pobres me habían evangelizado en un auténtico encuentro con Jesús. Me decidí venir al Seminario tras unos ejercicios espirituales». Ahora, con 24 años, está cursando en Gáldar (Gran Canaria) la llamada Cualificación Pastoral, la última etapa de la formación para convertirse en sacerdote.
No por haber elegido el camino de Dios cree ser alguien diferente a sus amigos, familiares o cualquier otro vecino de La Graciosa y defiende las motivaciones de los jóvenes seminaristas. «Somos hombres jóvenes normales, llamados a un estilo de vida diferente, al seguimiento de Jesús en medio de este mundo y para la humanidad que nos necesita», explica.
Esta semana, en una entrevista Radio Lanzarote, detalló que entre los gracioseros «siempre hubo ese trasfondo cristiano, familiar, porque la fe es también un regalo que se hereda de la familia», por eso considera que no deben olvidarse esas raíces, que deben ser defendidas para «mantener encendida la llama».