CONFIESO QUE HE PENSADO

Un adiós con humor

Que el nacionalismo está reñido con el discurso intelectual de altos vuelos resulta más que evidente a estas alturas del siglo XXI

SANTIAGO DÍAZ BRAVO

BÁSICAMENTE existen dos vías para provocar la carcajada entre el respetable: a sabiendas, esto es, haciendo lo posible para despertar la hilaridad general, y de forma involuntaria, principalmente cuando se es incapaz de medir los resultados de las propias acciones y éstas, por los motivos que fuere, llevan al descojone popular. Por lo general, la primera de dichas vías suele corresponder a personajes leídos e inteligentes, y la segunda mayormente a iletrados e irreflexivos. Teniendo al comisionado para el Desarrollo del Autogobierno y las Reformas Institucionales, el nacionalista Fernando Ríos, por una persona capaz, llama poderosamente la atención que el comunicado en el que explica el abandono de su formación política, Coalición Canaria, se haya convertido en uno de los escritos más hilarantes de la reciente historia de las Islas.

El hecho de que Ríos justifique su adiós en que el partido se dirige hacia un «insularismo ramplón que no ve más allá que la punta de sus respectivos muelles», en que «se apuesta sin pudor por las políticas neoliberales y depredadoras del PP y determinados empresarios afines en su propio beneficio que atentan contra el interés general», en que «no hay proyecto regenerador: ni se oye a la calle, ni se cuenta con las bases, ni se combate la corrupción… La regeneración solo es de boquilla», o en que «se toman decisiones por unos pocos, se promociona a afines y amigos, o se veta a quienes no comparten opiniones sin tener en cuenta el actual panorama político y el descontento social» supone la negación de todo lo que ha sido y es Coalición Canaria por parte de quien ha formado parte activa del devenir de dicha formación política, y que, para más inri, se ha aprovechado en buena medida de ello.

El ex diputado nacionalista en las Cortes arremete contra un futuro probable contrastándolo con un pasado y presente ficticios, porque todos los males que Ríos augura a su hasta ahora formación política son realidades desde hace décadas, y él, le guste o no, ha formado parte de esa realidad, es decir, de una forma de hacer política que se asienta en el «insularismo ramplón», en el apoyo a «empresarios afines», en la «regeneración de boquilla» o en la «promoción de afines y amigos».

Que el nacionalismo está reñido con el discurso intelectual de altos vuelos resulta más que evidente a estas alturas del siglo XXI, pero regocijarse de ello no parece la mejor despedida para quien supuestamente ha jugado un papel protagonista a la sombra del todavía presidente canario. Pese a ello, justo resulta reconocer que nos ha hecho pasar un buen rato, que no es poco.

Un adiós con humor

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