babilonia en guagua

Demasiados taifas y pocos candiles

En nuestros peñascos atlánticos también nos salpica la maresía y se necesita urgentemente tomar al baifo por los cuernos. Sin segundas

gustavo reneses

En estos días azules de enero, comienza una nueva hoja en el calendario. Esta marca ya el año 2015. Doce meses que, sin duda alguna, prometen ser muy divertidos por el espectáculo que se avecina, dos convocatorias electorales en medio de una debacle ética y existencial de los que interpretan la política como un tablero donde jugar al Monopoly. Para quienes fuimos niños en los 80, el 2015 ni existía. A lo más, el año 2000 y poco más.

El año que ya nos viste era algo tan irreal como inimaginable. De hecho, este es el año que se inmortalizó en la saga «Regreso al Futuro» y todavía estamos esperando en nuestro concesionario de confianza un Delorean volador con el Plan PIVE incluido. Después de un 2014 donde la corrupción y crisis epistemológica formó parte de los cotilleos en la cola del super y se llegó a un nivel de hartazgo directamente proporcional a la cuota de audiencia de la «cadena amiga», el 2015 hace su entrada con los rumores previos a las candidaturas de los principales partidos políticos de las islas.

Eso si es un baile y no «El Polvorete». El contorneo habitual de quien se deja querer y de quien sale a cazar necesita de un tiempo de preparación. A fin de cuentas una noche loca necesita de mucho maquillaje. Decía Platón, un griego que pensaba mucho, que la ciencia nace de un juicio verdadero y de la razón. Por las razones expuestas a golpe de titular y por la de los juicios, cada vez cuesta asimilar la política a la ciencia. Los momentos de pasotismo colectivo es cuando la democracia y las libertades individuales sufren mayor riesgo de ser erosionadas por el populismo ramplón y por una serie de políticas que poniendo el futuro como testigo, aniquila el presente. Y lo peor, a las personas que formamos el presente.

Momentos de fanatismo extremo y de intolerancia en cualquier campo de manifestación humana están salpicando literalmente de sangre nuestras gafas de ver la realidad. Aún así, algunos, las emborronan y siguen contemplando el mundo desde la perspectiva de unos rayos con severas difracciones. Afortunadamente sin llegar a tanto, en nuestros peñascos atlánticos también nos salpica la maresía y se necesita urgentemente tomar al baifo por los cuernos. Sin segundas.

Políticas que denoten madurez en los que proponen y en los electores; políticas reales sin tufos a humos ajenos impregnados en sus vestimentas. Políticas que impulsen a las personas creativas y no apesebren a los creyentes. Quizás demasiadas utopías que puestas en papel ya no nos parece tan lejana la posibilidad de ver un Delorean volador por nuestras calles.

Buenos días, y por si no volvemos a vernos: Buenos días, buenas tardes y buenas noches.

Demasiados taifas y pocos candiles

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