Viviendo en San Borondón
Educación e innovación
No se trata de llenar las aulas canarias de ordenadores. Eso se hizo en Andalucía, por ejemplo, y fue un fracaso
Hace unos días se presentó en el Parlamento de Canarias, un informe que alerta sobre la urgente necesidad de desarrollar una educación e innovación que sirva para gestar un nuevo modelo productivo canario.
Ese documento pone sobre el tapete una de nuestras graves carencias cara al futuro, cual es la ausencia de un plan serio y coherente para posicionarse correctamente en tiempo y forma dentro de la Sociedad del Conocimiento.
Se les presentó a los diputados canarios, me malicio, más por una cuestión institucional y por salir en la foto que por el convencimiento de sus promotores de que allí se pueda encontrar solución para algo.
Que la educación y la formación en Canarias es un desastre, es uno de los hechos diferenciales que nos distinguen, bien a nuestro pesar como ciudadanos y contribuyentes.
Las tasas de fracaso escolar objetivas, medidas como abandono temprano, son apabullantes y deberían hacer ruborizarse a los responsables, que sólo buscan cómo poder culpar a otros del pésimo resultado obtenido en la ejecución de unas competencias que tiene el Gobierno de Canarias transferidas desde hace muchas décadas.
No se trata de crear nuevas reglamentaciones, normas, decretos y similares, amén de políticas para contentar a los docentes sin contrapartidas en incrementos de calidad educativa, para que sus sindicalistas no revuelvan las aguas y se note menos el desastre, que si notarán, y mucho, los muy titulados pero poco formados alumnos cuando hayan de enfrentarse a la búsqueda de un empleo en el mundo real fuera ya de las aulas.
La inmensa mayoría de los estudiantes universitarios y de formación profesional, así como todos los escolares canarios, debieran ser por edad “nativos digitales”, es decir, que nacieron y debieran haber vivido en una sociedad donde las herramientas informáticas fueran consustanciales con su vida.
Los niños saben manejar la videoconsola y los móviles casi antes de aprender a leer. Pero sus profesores no. Y ahí radica uno de los gravísimos problemas relacionados con la enseñanza y el aprendizaje de las destrezas necesarias para desenvolverse bien en un mundo globalizado e interconectado a través de Internet.
No se trata de llenar las aulas canarias de ordenadores. Eso se hizo en Andalucía, por ejemplo, y fue un fracaso. La cuestión no está en disponer de muchos aparatos, sino en saber la forma de usarlos para generar conocimiento útil y, sobre todo, en la nueva forma de enfrentarse a la necesidad de buscar información relevante para solucionar problemas o averiguar lo que interesa o atrae. Hay un cambio de paradigma, como dirían los sociólogos.
Tampoco se trata de gastar sin ton aunque con mucho son, en lo que con demasiada ligereza se llama I+D en nuestras universidades. Probablemente una auditoría externa y seria revelaría que hay demasiados sumideros por el que se cuelan un buen número de “becas Errejón”.
De todo esto habla ese documento presentado a nuestros parlamentarios. Es de suponer que sus señorías lo leerán con la atención debida, aunque ya no sería muy seguro de que estén capacitados técnicamente para legislar sobre medidas encaminadas a la urgentísima “alfabetización digital” que se reclama en ese informe.
Como ya se recomendó en esta columna la semana pasada, creo que sería muy interesante leer con atención el libro “Redarquía. Mas allá de la jerarquía” de José Cabrera. Por algo mas de 18 euritos, IGIC incluido, pueden pedírselo a Papá Noel. Pero, por favor señorías, aunque sólo sea por estética, no enviar la carta al Papá Montoro ni al Papacito Rivero.