SOCIEDAD
Severiano Paz, 103 años: «La vida no hay que vivirla, hay que saberla vivir»
Lúcido, reflexivo y con un pedagógico discurso, este vecino de La Laguna, su más longevo vecino, asegura que las únicas dolencias a que ha tenido que enfrentarse durante su larga vida son los catarros
«Ni soñando pensaba yo llegar a esta edad.» Quién se habría atrevido siquiera a imaginarlo cuando allá en 1936 partía de Tenerife, junto con el resto del batallón de Güímar, rumbo la Península: lo esperaban, como a tantos otros jóvenes, la guerra y sus miserias. Muchos, muchísimos años después, Severiano Paz olvida el frío de los combates en Navarra y Aragón envuelto en una manta esperancera, esa que cubre los hombros de los integrantes de Los Sabandeños , cuyo origen está precisamente en San Cristóbal de La Laguna, durante sus conciertos.
Es en su casa de La Laguna donde Severiano Paz, que el próximo abril cumplirá 104 años, charla con ABC haciendo gala de una lucidez que el imaginario social juzgaría impropia de su edad. «Ni soñando lo hubiera pensado», insiste antes de revelar el secreto de su longevidad: el cariño de su familia. «Tengo cuatro hijos, dos hembras y dos varones, nueve nietos y seis bisnietos, y todos se han portado muy bien conmigo», explica «el abuelo de La Laguna» , a quien su hija María Luisa, con la que vive, acomoda la manta esperancera. No en vano, los años de la guerra fueron años de frío, de mucho frío, para aquellos hombres que combatieron en el norte del país, y el recuerdo permanece.
No necesita mirar a su hija para que su rostro le confirme fechas o vivencias. Nació el 27 de abril de 1911, entona la voz, en el municipio de Arona, en el sur de Tenerife, cerca de la panadería que su madre, viuda muy pronto, regentaba en la localidad de San Miguel. Aún niño, Severiano y su madre se instalarían en La Laguna, la ciudad que tanto cariño le profesa («el alcalde vino por el cumpleaños», agradece) y en que nació la mujer de la que se enamoraría tras regresar a la isla y dejar atrás el frío de la guerra. Ella, y sus cuatro hijos, nueve nietos y seis bisnietos, recalca, son su secreto, ese que le ha permitido llevar una vida plena.
Durante alrededor de tres decenios trabajó en los almacenes y el economato de Cepsa en la capital tinerfeña, Santa Cruz, allí donde la compañía había establecido en 1930 su primera refinería, que también sería la primera de España y que todavía hoy sigue operativa . «Tenía un ayudante, y con una carretilla íbamos colocando en las estanterías los garbanzos, los cereales..., y después despachábamos», rememora en un acogedor sillón de la vivienda que comparte con su hija María Luisa y su familia en el barrio de El Coromoto.
Su hija explica que la artrosis ha limitado sensiblemente su movilidad en los últimos años, y hoy apenas recorre con ayuda la pequeña distancia que separa uno de los salones de la casa de su habitación. A sus 103 años, y al margen de esa artrosis propia de tan avanzada edad, Severiano asevera que las únicas dolencias a que ha tenido que enfrentarse durante su larga vida son los catarros, una salud de hierro que atribuye a una alimentación basada en «cosas sanas». Y qué son «cosas sanas», pues «de todo» pero en su justa medida: «El potaje de verduras, la carne, la fruta...» y, por supuesto, el arroz con leche, que le encanta. Y ello sin olvidar «el buchito de vino en la comida, que no viene mal».
La juventud, la vida...
Entre recuerdos hay tiempo para hablar de la más triste actualidad («cómo es posible que esos hombres maten a sus mujeres; nadie tiene derecho a quitarle la vida a nadie, déjala que sea feliz con otra persona», reflexiona sobre la violencia machista), de la juventud («hay muchos jóvenes a los que no se les puede decir nada») y, en definitiva, de la vida. Y para la vida da un consejo de honda filosofía quien, por experiencia, mucho sabe de ella: «La vida no hay que vivirla, hay que saberla vivir.»
Nombre: Severiano Paz Rodríguez.
Edad: 103 años.
Estado civil: viudo.
Las claves de su dieta: comer «de todo» (un «buchito» de vino en la comida «no viene mal»).
Dónde vive: barrio de El Coromoto, en La Laguna. Una ciudad que tiene mucho de campo. Vive con su hija María Luisa, la primogénita, y su familia.
Rutina diaria: la artrosis le ha limitado sobremanera la movilidad en los últimos años, por lo que apenas sale ya de casa, donde el televisor (le gusta especialmente el programa «Pasapalabra») y los versos que compone para sus hijos son su entretenimiento.
El secreto de su longevidad: no tiene duda alguna, su familia.
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