confieso que he pensado

El triste balance

Nada hace prever que el actual estado de las cosas cambie, que la administración autonómica vaya a mejorar el rumbo de las islas en los próximos meses, que 2015 vaya a ser mejor que 2014

santiago díaz bravo

Acaba el año y llega, cómo no, el momento de los balances, que en el caso de Canarias, esas islas que acaso en alguna ocasión fueron afortunadas, resulta harto descorazonador. Y es que a bote pronto da la impresión de que el tiempo se hubiera detenido, incluso retrocedido, porque la situacion, lejos de mejorar en los últimos doce meses, ha seguido deteriorándose a marchas forzadas.

Los índices de desempleo, cifras que se han convertido en la prueba del algodón del bienestar de una sociedad, parecen formar parte de una foto fija cuyo desgaste se acentúa mes a mes. Y sin empleo, por un lado, la ciudadanía carece de la necesaria capacidad de gasto, con todo lo que ello supone, y, al mismo tiempo, las administraciones ven cómo disminuyen dramáticamente sus ingresos, lo que conlleva un notable deterioro de los servicios públicos. O lo que es lo mismo: el último recurso de aquellos que se hallan en situación de desamparo, que a estas alturas no son pocos, ha pasado a mejor vida. La merma presupuestaria ha deteriorado considerablemente el papel de los poderes públicos como garantes de la igualdad social. Y es que riqueza que redistribuir, lo que se dice riqueza, no queda mucha.

Canarias se halla inmersa en una bacanal de deterioro que no parece tener marcha atrás y que pone en duda la idoneidad del actual estado de las cosas, esto es, de una estructura político-administrativa que lejos de dar la impresión de que sirve, si no para mucho, al menos para algo, emite continuamente el mensaje de que en realidad es parte del problema. Probablemente la mayor parte y origen de muchos otros.

Y es que el balance de los últimos doce meses evidencia que la Comunidad autónoma, esa administración que nació, según sus promotores, como respuesta a una ineludible necesidad de descentralización, entendiendo tal descentralización como la medicina para todos los males, no sólo se muestra incapaz de cumplir las importantes misiones que la sociedad le ha encomendado, sino que se ha convertido en una fuente inagotable de conflictos.

Pero lo más grave es el empecinamiento de creerse más allá del bien y del mal que muestran no pocos de quienes detentan la vara de mando autonómica, como si la ciudadanía tuviese que estar al servicio de la política y no viceversa. Porque nada hace prever que el actual estado de las cosas cambie, que la administración autonómica vaya a mejorar el rumbo de las islas en los próximos meses, que 2015 vaya a ser mejor que 2014. Y eso es grave, muy grave, porque si una administración no sirve para solucionar los problemas de los administrados, es que no sirve para nada.

El triste balance

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