babilonia en guagua

Con la iglesia hemos topado

Al igual que en un iceberg, existe un ingente volumen de actos y omisiones que se esconden bajo unas bucólicas imágenes pastoriles

gustavo reneses

En estos días azules de diciembre y con la mirada puesta en las Navidades no dejan de resultar curiosas algunas acciones antagónicas realizadas por los mismos que inventaron este asunto fiestero. No nos referimos a ningún centro comercial, ni a la concejalía de turno en materia de ocio y tiempo libre, sino a la Iglesia. La de Roma. La fetén.

Lo de paz y buen rollito obviamente se cumple en el porcentaje habitual en materia de marketing y de responsabilidad social corporativa habitual en toda empresa que se precie. Faltaría más; tal como están los tiempos -y la competencia- hay que tener una reputación lo más saneada posible.

Pero al igual que en un iceberg, existe un ingente volumen de actos y omisiones que se esconden bajo unas bucólicas imágenes pastoriles. No vamos a poner encima del teclado el bestiario de la religión oficial, porque para eso hay hemerotecas y buscadores en internet más efectivos. Particularmente, en nuestras tierras baifas hace unos días salió a la luz una noticia que nos hizo saltar de la mesa para retroceder varios siglos atrás de golpe. No; no es lo de Galileo. Lo del astrónomo italiano todavía está en materia de estudio.

Resulta que el Obispado de Canarias expulsa a un profesor de religión por ser homosexual. La misma corporación que defiende la prevalencia del amor en todos nuestros actos no le tiembla el pulso en expulsar a un docente que llevaba 16 años ejerciendo su labor en Lanzarote. Claro que también esa incoherencia va en la misma línea que las de pobreza y castidad, tantas veces atravesada por algunos purpurados posiblemente con la noble intención de reforzar su férrea voluntad ante la tentación.

Pero está claro que una cosa es predicar y otra dar trigo, y lo de hacer del amor la única religión común entre todos los humanos y convertir a la solidaridad en nuestra herramienta para lograr un mundo mejor, lo dejamos para tiempos futuros. Todo parece apuntar que para los que dictan las normas del catecismo siempre es mejor un amor heterosexual -si es posible aderezado con una pizca de tradicionalismo- y la limosna como elemento vertical para entender las relaciones entre personas.

Está claro que en cada casa y en cada casino tienen sus normas, pero si se juega en un campo donde la ley no es de origen teocrático, son precisamente los derechos humanos los que tienen que prevalecer por encima de todo.

El pasado 10 de diciembre se celebraba el sexagésimo sexto aniversario de la proclamación de la Declaración Universal de Derechos Humanos y no hay que olvidar el ideal común a todas las personas que formamos las naciones de la Tierra; que no es otro sino liberarnos del temor y de las miserias impuestas.

La aspiración más elevada pasa necesariamente por la consecución de los ideales humanistas. Quizás demasiado atrevido para quien ve la paja en el ojo ajeno y obvia la viga en el propio.

Buenos días, y por si no volvemos a vernos: Buenos días, buenas tardes y buenas noches.

Con la iglesia hemos topado

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