El Ballet de Moscú cumple con el «Cascanueces» en el Alfredo Kraus
Bendito sea el arte que nos reconcilia con el mundo y lo mantiene colmado de recuerdos para siempre, a pesar de que diste mucho de ser una fiesta en una juguetería
![El Ballet de Moscú cumple con el «Cascanueces» en el Alfredo Kraus](https://s3.abcstatics.com/Media/201412/11/ballet_moscu_cascanueces--478x270.jpg)
A punto ya de iniciar las vacaciones navideñas, y según manda la tradición de estas fiestas en casi todos los teatros de las principales capitales del mundo por esta época, el Auditorio Alfredo Kraus acogió su ya acostumbrada representación del “Cascanueces” a cargo del Ballet de Moscú, un habitual del Archipiélago especializado en el repertorio clásico y pensado para todos los públicos.
Cierto es que la magia y la alegría del “Cascanueces”, ballet en dos actos basado en el cuento de Hoffmann (‘El cascanueces y el rey de los ratones’), con libreto realizado por Marius Petipa sobre la partitura musical de Tchaikovsky, hacen que el deleite de la danza clásica más pura durante hora y media trascienda más allá de la calidad de ésta cuando se trata de un espectáculo concebido, como suele decirse, para grandes y pequeños.
A nadie se le esconde que todos y cada uno de sus movimientos están llenos de trabajo duro y cientos de horas de ensayo, pero no todos están a la misma altura en la compañía que dirige Timur Fayziev a la hora de lanzarse a las piruetas que ofrecen sobre el escenario. Faltó dinamismo en ese mosaico lleno de magia que el ‘Cascanueces’ y, desde luego, estuvo lejos de culminar en la esperada fiesta sinfónica con la que cierra este mítico ballet de repertorio, pues tampoco la magia puede cambiar la realidad de lo que ven los ojos desde el patio de butacas, cuyo decorado tampoco estuvo a la altura del sin embargo precioso vestuario.
Estrenado por vez primera el 5 de diciembre de 1892 en el Teatro Mariinsky de San Petersburgo, con coreografía creada por Lev Ivanov (cuestionada la de Petipa como la originaria), su éxito en el tiempo ha sido y sigue siendo absoluto. La obra se centra en la fiesta de Navidad de la familia Stahlbaum y el singular regalo que recibe Clara, la hija más pequeña, de manos del Mago Drosselmeyer... Un curioso cascanueces de madera, que desencadenará toda la historia al cobrar vida.
El viejo padrino Drosselmeyer arregló algo más que un cascanueces de madera para esta Navidad canaria, pues fue él, interpretado por P. Raykov, quien sobresalió en los pasos de danza y aportó el ritmo y la vivacidad que se esperaba, junto a la bailarina D. Ivanenko en las danzas españolas con su breve pero intenso bolero (preciosos sus ‘arabesques’), y el solista D. Krutii con su estilizada mazurca en los bailes rusos (espectacular en los saltos).
En cualquier caso, bendito sea el arte que nos reconcilia con el mundo y lo mantiene colmado de recuerdos para siempre, a pesar de que éste diste mucho de ser una fiesta en una juguetería, pero en estos tiempos que corren, quizá poco importe que el cascanueces sea de plástico en vez de madera, porque la ilusión no tiene medida y el arte… aún menos.
“Bailar es un destino”, tal y como dijo en su día el mítico bailarín y coreógrafo Vaslav Nijinsky. Y todo el mundo tiene derecho al suyo.