boberías económicas
Colegios contra profesionales
Se han utilizado, entre otras circunstancias condenables, para obtener privilegios que perjudican principalmente a los consumidores o favorecer a algunos grupos de poder
En una entrevista en «El Día» , el decano del Colegio de Arquitectos de Canarias, Joaquín Mañoso Valderrama, afirmó que los colegios tienen «un problema porque los jóvenes no se colegian».
Sin duda, los colegios —de todas las profesiones— tienen una dificultad, pero no es que los jóvenes no se colegien, como apunta el señor Mañoso, sino que su subsistencia está ligada a privilegios estatales y según vaya avanzando la libertad en nuestras sociedades éstos desaparecerán tal como los conocemos.
Los colegios profesionales surgen en la Europa medieval para otorgar ventajas exclusivas a organizaciones gremiales e impedir que otros profesionales pudieran competir con ellos. Se crearon para eliminar el libre ejercicio de la profesión y es asombroso que estas organizaciones monopolísticas sigan existiendo hoy.
Es un despropósito que los jóvenes arquitectos, médicos, ingenieros o abogados, entre otros, después de acreditar en universidades los conocimientos en sus materias, se vean forzados a colegiarse para poder ejercer las que se conocen comúnmente como profesiones liberales.
Por culpa de estos colegios y sus costes, los jóvenes se ven condenados a trabajar para otros profesionales sin ejercer la profesión para la que estudiaron. Por ejemplo, los jóvenes arquitectos que no pueden asumir las cuotas colegiales, junto con otros muchos gastos obligatorios, se ven condenados a ser delineantes y no pueden firmar los trabajos que les gustaría.
Además, si analizamos la historia de los colegios podemos observar que se han utilizado, entre otras circunstancias condenables, para: obtener privilegios que perjudican principalmente a los consumidores; favorecer a algunos grupos de poder a la vez que despilfarran los ingresos que obtienen de los colegiados y clientes, por ejemplo, en comidas, viajes y otros lujos; realizar competencia desleal con sus propios colegiados, claro ejemplo fue el de la oficina de cálculo de estructuras que abrió el colegio de arquitectos en Gran Canaria; y, por último, hacer manifestaciones políticas, como ha sido el de arquitectos con la Gran Marina y el Mamotreto de Las Teresitas.
Por todas estas razones, los colegios profesionales, tal como los conocemos, deben desaparecer y transformarse en asociaciones privadas voluntarias que compitan en el mercado para satisfacer de la mejor manera posible a sus asociados y los consumidores. Quien quisiera podría colegiarse en estas asociaciones que competirían entre sí para garantizar a los consumidores que sus técnicos serán los ofrecerán el mejor servicio y al mejor precio.
No eliminar los actuales colegios sería mantener los privilegios de unos pocos a costa de los demás, y de eso ya estamos muy cansados en este país, más aún en Canarias.