impertinencias liberales

Los abajo firmantes

Wilpredt, pudiendo expresar sus dudas técnicas, prefirió hablar en los términos habituales del presidente Rivero

antonio salazar

Un periódico tituló: «La ciencia y la cultura, contra el petróleo», dando así pie al primer equívoco, pues pareciera que toda la cultura y toda la ciencia han llegado a una conclusión firme en torno al proceso ya iniciado por Repsol. Conviene deshacer el malentendido, ya que apenas aportan nada nuevo a la línea argumental del Gobierno regional.

Sin ir más lejos, Wolfredo Wilpredt habló con desdén de la «multinacional» en referencia a la petrolera, lo que sin duda vale para una conversación de barra de bar o consejo de gobierno pero no tanto para quien es presentado como un intelectual. O Pepe Dámaso, a quien el mar inspira pero no es capaz de explicar en qué condiciones dejaría de hacerlo si tenemos la suerte de hallar petróleo en nuestras aguas.

O Juan Manuel García Ramos, «el intelectual» orgánico de Canarias, quien ha logrado colarse en el acto —su especialidad, a fin de cuentas siempre ha usado la primera persona del plural para hablar de la cultura— sin apenas reparar en que su grupo político es uno de los últimos bastiones de Paulino Rivero.

Convendría plantearse seriamente el papel de tan eximios personajes en asuntos como este, tan alejados de aquella labor que les ha otorgado fama y aprecio entre sus paisanos. Pepe Dámaso es un artista que no precisa de mayor reconocimiento pero, siendo cierto lo anterior, lo que no queda acreditado es que eso les faculte para hacer análisis sobre asuntos complejos.

O el ya citado Wilpredt, quien pudiendo expresar sus dudas técnicas sobre el particular, prefirió hablar en los términos habituales del presidente Rivero. Capítulo aparte merecen los escritores que se sumaron a la declaración, a los que parece claro que solo les faltan lectores.

Pero viendo quiénes se han prestado al juego presidencial, uno observa como se repite un patrón que ya fue analizado por Bertrand de Jouvenel («Los intelectuales europeos y el capitalismo»), Robert Nozick («¿Por qué se oponen los intelectuales al capitalismo?») o Friedrich A. Hayek («Los intelectuales y el socialismo»).

Los tres estudiaron las razones para que esto fuera así desde la Antigua Grecia hasta nuestros días, llegando a la conclusión de que el desconocimiento de lo que es el proceso de mercado, la soberbia propia de los falsos racionalistas que pretenden enseñar lo que está bien de acuerdo a sus peculiares puntos de vista o el resentimiento y la envidia explicarían su actuación. Así que ya puestos, ni siquiera había un poquito de originalidad en nuestros abajo firmantes.

Los abajo firmantes

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