Boberías Económicas
Manoseando a Becker
Esperemos que políticos que carecen de formación o distorsionan las teorías de economistas y que han jugado a ser empresarios no vuelvan a ocupar cargos que pagamos todos
Ricardo Melchior, expresidente del Cabildo de Tenerife, concedió una entrevista a «El Día» donde declaró que la gran aportación de Gary Becker, Nobel de Economía fallecido en mayo pasado y que «fundó la Escuela de Chicago», fue «insistir en que lo que vale de una empresa son sus recursos humanos». Y añadió que el Cabildo «tiene un personal extraordinario de siempre», ya que «hubo mucho rigor en su selección».
Antes de entrar en el atrevimiento del señor Melchior al utilizar una teoría del profesor Gary Becker a su antojo y de forma totalmente errónea, conviene subrayar una evidencia: Gary Becker no fundó la Escuela de Chicago.
La escuela de los monetaristas-cuantitativistas, más conocida como «de Chicago», fue fundada por los premios Nobel en Economía George Stigler y Milton Friedman, y empezó a tener relevancia después del Nobel de este último en 1976.
Aclarada esta falsedad, habría que comentar que la utilización, incluso manoseo, de las teorías o estudios de Becker sobre el capital humano es realmente sorprendente. El Nobel destacó por sus estudios sobre discriminación, crimen, familia, comportamiento humano y capital humano, entre otros.
Sin embargo, sus teorías, especialmente las dedicadas al comportamiento y al capital humano, se crearon para explicar el buen funcionamiento del mercado y no para demostrar la imaginaria eficiencia de los servicios públicos como pretende hacernos entender el expresidente insular. Eso sin entrar a desvelar al señor Melchior que la institución que presidió durante tantos años, probablemente demasiados, no era una empresa, sino una administración pública.
No obstante, no es de extrañar esta confusión absoluta, pues no olvidemos que el Cabildo durante su presidencia fue la administración que más empresas públicas tenía de toda España, 75 ni más ni menos, como publicó ABC.
Tres casinos, una fábrica de captadores solares, una litografía, varios parques eólicos, plantas fotovoltaicas, el matadero y hasta una granja para la fabricación de productos lácteos (pues claro, era imperioso tener una fábrica pública de yogures) fueron algunas de las empresas públicas que crecieron durante su presidencia y dejaron una deuda financiera de casi 300 millones de euros.
Esperemos que políticos que carecen de formación o distorsionan las teorías de economistas y que han jugado a ser empresarios no vuelvan nunca a ocupar los cargos que pagamos todos.