CONFIESO QUE HE PENSADO

Más de lo mismo

Eso, a estas alturas, es lo peor que le puede ocurrir a un candidato y a una formación política

SANTIAGO DÍAZ BRAVO

ESPAÑA, y Canarias como parte de ella, ha cambiado notablemente en los últimos años. Para mal, pero como consecuencia de tantos males, en algunos ámbitos también para bien. Entre los avances positivos figura el surgimiento de una creciente sensación de inaceptabilidad hacia los desmanes de quienes ejercen la función pública. La proliferación de casos de corrupción de todos los tipos y colores a diestra y siniestra, sumada a las carencias que sufre buena parte de la población como consecuencia de la crisis económica, ha llevado a la generalidad de la ciudadanía a juzgar inadecuadas determinadas prácticas que antaño se consideraban poco menos que cosas que tenían que ocurrir y que, en el fondo, haría cualquiera.

Ese cambio del paisaje social es lo que hace que las imputaciones contra el alcalde de La Laguna y candidato nacionalista a la presidencia del Gobierno canario, Fernando Clavijo, que años atrás se hubieran tornado en un obstáculo menor en su carrera, perfectamente superable con un par de desmentidos, unas cuantas sonrisas y unos pocos titulares de la prensa afín, se conviertan hoy en día en un notable riesgo para él y para su formación política. En términos futbolísticos, es como si el aspirante a la jefatura de la Administración autonómica empezara el partido con dos goles en contra.

La pulcritud, quién lo iba a decir años atrás, se ha situado a la cabeza de las virtudes que valora el electorado, hastiado hasta la médula de lo que durante años ha sido, sencillamente, una constante tomadura de pelo. Ese hastío se halla detrás del germen de Podemos, que no se explica sin que previamente se haya producido un desencanto colectivo de dimensiones colosales, capaz de horadar la base social de la práctica totalidad de los partidos tradicionales. Por ello, el objetivo de dichas formaciones, entre ellas Coalición Canaria, es el de detener, al menos intentarlo, ese proceso, y para ello la única opción es que quienes se sitúen al frente transmitan un mensaje de honradez contrastada y transparencia plena.

El primer paso para lograr ese reencuentro con el electorado fue la defenestración de Paulino Rivero, que fue sustituido por un candidato con un bagaje aceptable, una buena imagen y, lo más importante, un pasado impoluto. Ahora la situación ha cambiado, y por mucho que Clavijo y los suyos se afanen en explicar que se trata de asuntos menores, su mera aparición en un sumario judicial lo sitúa en el ámbito de la sospecha y, por ello, desvirtúa en grado sumo su papel regenerador. La imputación lo ha situado en el grupo de «más de lo mismo», y eso, a estas alturas, es lo peor que le puede ocurrir a un candidato y a una formación política.

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