SUCESOS
Un preso extorsionaba por teléfono a familias españolas desde su cárcel de Chile
Se le considera el cabecilla de la oleada de llamadas en las que exigía dinero afirmando que habían secuestrado a algún hijo
La Policía da por resuelto el caso de la oleada de extorsiones telefónicas que desde hace meses han venido sufriendo familias de numerosos puntos de España. La mecánica era siempre la misma: recibían una llamada telefónica, alguien con acento sudamericano les decía que habían secuestrado a su hijo y les exigía, para liberarlo, un rescate que inmediatamente debían transferir a través de una oficina de envío de dinero a otros países y a una cuenta que les facilitaba en esa misma llamada telefónica.
Se trataba de supuestos secuestros exprés que, en realidad, no eran tales. Las llamadas las hacían seleccionando teléfonos de España al azar. La Policía española se dio cuenta de ello por el testimonio de algunos de quienes recibieron esas llamadas telefónicas. Lisa y llanamente, porque no tenían ningún hijo o porque, aún teniéndolos, tenían la absoluta certeza de que se encontraban perfectamente.
Sin embargo, no han sido pocos los que en todos estos meses, llegaron a plegarse a esa extorsión exprés, llevados por el temor de que pudiera ser cierto lo que el desconocido les contaba por teléfono.
La investigación fue iniciada desde Zaragoza, dado el considerable número de denuncias presentadas en este territorio por víctimas de este tipo de llamadas amenazantes. En las pesquisas han participado también unidades de otros puntos de España.
Al final, el rastreo de las llamadas y las indagaciones para seguirles la pista les condujeron, sorprendentemente, a una cárcel de Chile. La Policía de Zaragoza identificó el punto del que procedieron algunas de esas llamadas, hilaron cabos con los posibles autores y determinaron la identidad de quien las había realizado. Le han identificado como el cabecilla de la banda que se dedicaba a estas extorsiones telefónicas.
La brigada policial de Zaragoza ha pedido una comisión rogatoria a las autoridades chilenas para completar las pesquisas y la detención de los compinches del cabecilla que, desde el exterior de la prisión, se encargaban de recaudar el dinero que les llegaba fruto de las amenazas que sufrían sus víctimas. En el caso del cabecilla, el arresto no presentaba complicación: estaba ya entre rejas. Eso sí, disponiendo de teléfono móvil con el que dirigía sus operaciones y realizaba también las llamadas de extorsión a familias de España.
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