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España pierde más de 20 millones de euros al año por las riadas del Ebro
El dinero arrastrado por las inundaciones desde 2003 habría permitido construir dos embalses como el de Biscarrués, uno de los que siguen pendientes en Aragón
España pierde, de media, más de 20 millones de euros al año en las riadas del Ebro –el grueso de esas pérdidas se concentran en Aragón–, unas riadas que se han hecho más frecuentes en los diez últimos años, mientras sigue pendiente una larga lista de embalses pendientes de construir desde hace décadas –algunos reivindicados desde hace un siglo–.
Ni las devastadoras riadas ni las severas sequías que se repiten casi con matemática alternancia en el Ebro han permitido, en 40 años, cerrar un consenso político capaz de impulsar los embalses que siguen pendientes en esta cuenca hidrológica. En 1992, las Cortes de Aragón alcanzaron un acuerdo histórico, el Pacto del Agua. Todos los partidos —entonces en el Parlamento regional no estaba CHA— pactaron una larga lista de embalses a construir, y el Gobierno central se comprometió oficialmente a realizarlos.
Pero aquel consenso fue fugaz, casi anecdótico viéndolo en perspectiva tras décadas de política «guerra del agua» en la que no solo han intervenido las pugnas territoriales —la persistente reclamación de un trasvase del Ebro por parte del Levante, cuando en Aragón la sequía sigue siendo un mal endémico, periódico— sino también las luchas y desencuentros entre los propios partidos aragoneses: el PP a favor de las presas, CHA e IU reticentes, el PSOE oscilante según la ocasión y elPAR declaradamente a favor de los embalses, pero que en los años de lucha contra el trasvase se unió al PSOE, a CHA e IU para aislar al PP y acabó compartiendo incómoda posición en manifestaciones en las que no solo se decía «no al trasvase» sino también «no a los embalses».
Entretanto, Aragón sigue sufriendo los efectos de las sequías y el Ebro continúa desbordándose cada vez con más frecuencia, lastrado por una reforzada normativa medioambiental —esto sí salió adelante en los años del PSOE— que prohibe los dragados periódicos del Ebro que insistentemente vienen reclamando los sufridos municipios ribereños desde hace más de diez años, desde que se prohibieron. Mientras, no pocos de los principales embalses siguen pendientes, algunos todavía en fase de tramitación administrativa.
250 millones de euros perdidos en 12 años
Desde la gran riada de 2003, los desbordamientos del Ebro se han llevado por delante en Aragón más de 250 millones de euros según cálculos de organizaciones agrarias y las estimaciones en daños de infraestructuras públicas. Este año la devastación ha sido múltiple y en cadena: entre finales de enero y mediados de febrero, hubo tres riadas en el Ebro que provocaron inundaciones. Y tras esas tres, la semana pasada llegó la cuarta y más dañina, que —según las organizaciones agrarias— ha dejado pérdidas de 50 millones de euros en campos y granjas.
En los doce últimos años, por tanto, solo en Aragón las pérdidas que dejan las riadas del Ebro arrojan una media de más de 20 millones de euros por año. Con lo que se ha perdido en inundaciones, prácticamente se podrían haber construido dos embalses como el de Biscarrués, uno de los varios que siguen pendientes.
Biscarrués sirve de ejemplo de lo ocurrido en todas estas décadas: división entre partidos, guerras políticas en torno al agua, judicialización de proyectos de embalses desde frentes ecologistas —arropados por formaciones políticas contrarias a la construcción de presas— y cambios de criterios gubernamentales. Entre estos últimos destaca la «Nueva cultura del agua» a la que se abrazó el Gobierno de Zapatero, años después de que el PSOE de Felipe González tratara de sacar adelante un gran trasvase del Ebro al Levante. El Ejecutivo de Zapatero, después, no solo tumbó el trasvase proyectado por Aznar —inferior al defendido por González—, sino que también frenó en seco los embalses pendientes en Aragón.
En los tres últimos años, el Gobierno central ha reactivado esos proyectos, que no solo sirven para aprovechar el agua sino también para retenerla cuando se desboca peligrosamente. Eso sí, atrás quedan muchos años perdidos, en los que, además, los proyectos pactados en 1992 se han recortado por las polémicas y la división política.
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