SOCIEDAD

El ecologismo revuelve al Ebro

Quince años después de endurecer la normativa para prohibir los dragados que antes eran habituales, la Administración entona el «mea culpa» ante el desastre de la gran riada y el hartazgo de los damnificados

El ecologismo revuelve al Ebro fabián simón

ROBERTO PÉREZ

Hace casi quince años, el Gobierno aragonés se lanzó, entusiasta, a dotar al tramo regional del Ebro con los máximos niveles de protección medioambiental. Incluyó la mayor parte de esta extensa porción del cauce en la Red Natura 2000. Aplaudieron los colectivos ecologistas, con los que el PSOE –entonces en el Ejecutivo regional– se había congraciado en plena batalla partidista contra el PP con el agua como bandera: no al trasvase y, a la par, proyectos de embalses que quedaban frenados pese a haberse consensuado en el histórico Pacto del Agua de 1992 y ser largamente esperados en Aragón desde muchas décadas antes.

Aquellos años de la «Nueva cultura del agua» a la que se abrazó poco después Rodríguez Zapatero cuando se instaló en La Moncloa no solo zanjó el espinoso proyecto de trasvase que había impulsado el PP de Aznar. También frenó los embalses, cuya construcción no solo era esperada para sacarle partido al agua que corre por Aragón sino para ayudar a contener la furia periódica del Ebro.

Mientras, en estos últimos quince años, los dragados en el tramo aragonés del gran río quedaron prohibidos. Y así siguen, pese a que antaño eran considerados como normales. Los habitantes de los pueblos ribereños advertieron que eso iba a traer consecuencias, y el tiempo les ha dado la razón. A más evidencias, más quejas, pero el mismo resultado: la nada.

Y así, empezaron a dispararse las riadas dañinas, con pérdidas multimillonarias. Crecida de órdago en 2003, otras menores en 2007, en 2008, en 2009, en 2013. Y ahora, la que aún se vive con inquietud en el Ebro.

Esta última –precedida de otras tres riadas previas en menos de un mes– demuestra a las claras que la limpieza del Ebro no era una reivindicación caprichosa de quienes viven al lado del gran río y comen de la agricultura y la ganadería. La riada de estos días ha sido la peor de los últimos 60 años. Hay que remontarse a la monumental inundación de enero de 1961 para encontrar un Ebro tan alto como el de estos días. Eso sí, ahora la altura extrema y devastadora la ha logrado con mucho menos caudal.

El 2 de enero de 1961, el Ebro necesitó pasar con 4.130 metros cúbicos por segundo en Zaragoza para alcanzar los 6,3 metros de altura; en la madrugada de este lunes llegó a los 6,1 metros de altura con 2.610 metros cúbicos por segundo. Es decir, prácticamente la misma bravura, pese a llevar un caudal un 37% inferior.

Las autoridades prometen ahora soluciones

Con las elecciones a la vuelta de la esquina, más de 1.500 habitantes de pueblos ribereños forzados a la evacuación en los últimos días y un desastre económico que suma ya decenas de millones de euros de pérdidas solo en el tramo aragonés, las autoridades han acabado por prometer una limpieza en profundidad del Ebro. Se comprometen a atender la reivindicación por la que han clamado los pueblos ribereños desde hace más de diez años.

¿Por qué ha hecho falta esperar al desastre para actuar? Es la pregunta que se hacen los lugareños, damnificados, mientras echan cuentas de lo pérdido.

El ecologismo hace tiempo que se incrustó en Aragón en las estrategias partidistas. CHA e IU lo incluyeron en sus líneas básicas programáticas y lo trasladaron en la cuenca del Ebro con una defensa a ultranza de los cauces –contra el dragado del gran río– y una oposición a los embalses. El PSOE se abrazó a la «Nueva cultura del agua»; y al PP, temeroso de sufrir las arremetidas del resto de partidos y de los colectivos ecologistas, le ha costado tomar decisiones definitivas.

Ahora las cosas cambian. Este fin de semana, con el río desbocado y los ánimos disparados en los pueblos ribereños, la presidenta de Aragón, Luisa Fernanda Rudi, aseguraba con vehemencia que «hay que dar prioridad» a las gentes que viven junto al Ebro. Y el domingo, el secrtario de Estado de Medio Ambiente, Federico Ramos, anunciaba que se iban a poner manos a la obra y que, de acuerdo con las comunidades autónomas afectadas –Navarra, La Rioja y Aragón– se iban a planificar limpiezas en profundidad del cauce. Si hace falta –ha anunciado– revisando la legislación que pesa con sobreprotección medioambiental sobre el Ebro desde hace casi quince años.

En los pueblos ribereños esperan que, esta vez, las promesas se cumplan. Temen que, tras pasar la riada, la burocracia y las dinámicas partidistas vuelvan a dejarles en el olvido y los dragados sigan siendo misión imposible.

El ecologismo revuelve al Ebro

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