REPORTAJE
El compinche de «El Lute» que nació en una cuadra y ha muerto en una cueva
Su mujer está en prisión y la autopsia ha desvelado que Raimundo Medrano murió de un tiro en la cabeza
![El compinche de «El Lute» que nació en una cuadra y ha muerto en una cueva](https://s1.abcstatics.com/Media/201501/12/calatayud_crimen--644x362.jpg)
Vino al mundo en una cuadra y se fue de él en una cueva. Principio y fin de la historia vital de Raimundo Medrano, uno de los tres del grupo de «El Lute» de los que ya solo queda vivo el más conocido de todos: Eleuterio Sánchez, abogado jubilado, que entró en prisión analfabeto, convertido en el fugitivo por excelencia de la crónica policial de la España del franquismo a finales de los 60, y salió de ella licenciado en Derecho y mediático escritor de éxito con las memorias de su juventud.
A Medrano, que –como él mismo relató en su día– vino al mundo «en una caballeriza en las afueras de Villaconejos de Trabaque (Cuenca) el último día de febrero del año 45», le llegó la muerte a plomo y fuego en la víspera del Día de Reyes. Él, que como «El Lute» esquivó la pena de muerte a la que le condenó un tribunal militar de la dictadura, acabó sus días en Calatayud. Apenas hacía un año que se había mudado allí con su mujer, María del Carmen V. F., de 55 años, habían decidido irse a vivir a esta ciudad, a una humilde casa situada en el barrio de San Roque, cerca del Santuario de la patrona bilbilitana, la Virgen de la Peña.
Su esposa confesó el crimen después de haber intentado encubrirlo denunciando la presunta desaparición de su marido. La autopsia ha desvelado que Medrano murió de un certero tiro en la cabeza, presuntamente con la pistola que fue hallada en la modesta vivienda en la que habitaba el matrimonio. El cadáver estaba envuelto en plásticos y oculto bajo un montón de leña.
Casado desde hacía 30 años con María del Carmen V. F., tuvieron tres hijos que viven en distintas ciudades españolas. El matrimonio decidió afincarse en Calatayud hace un año. Su casa es una más de esa antiquísima tipología de viviendas de los barrios altos bilbilitanos, humildes construcciones pegadas al monte que hacen del cerro parte del hogar, con habitaciones excavadas en el cerro, cuevas hechas casa.
El famoso robo de la joyería
Casi ciego, diabético, con problemas coronarios e incapaz de salir a la calle sin compañía, Medrano era parte de ese trío de leyenda de la crónica negra española. Junto a Eleuterio Sánchez «El Lute» y Juan José Agudo Benítez –que murió hace años–, protagonizaron el robo a la joyería de la calle Bravo Murillo de Madrid el 4 de mayo de 1965 que marcó para siempre sus vidas. Los tres analfabetos por entonces, los tres pobres de solemnidad, los tres quinquis o «mercheros» de cuna.
Planificaron romper el escaparate y llevarse todas las joyas que pudieran, huyendo los tres en una precaria moto. Y así fue. Pero un vigilante cayó mortalmente abatido por una bala que dispararon los asaltantes cuando emprendían la huida. Medrano conducía la moto. En las horas previas se separaron, pero las fuerzas de seguridad acabó dando con ellos. Primero con «El Lute», luego con Medrano y al final con Agudo.
Pena de muerte conmutada
A los tres se les condenó a muerte y el régimen franquista les acabó conmutando la pena capital por largas penas de prisión. Con la llegada de la Democracia, se les revisó el caso y fueron puestos en libertad por anticipado. En 1978 salía de la cárcel Raimundo Medrano, meses después de que lo hubiera hecho Eleuterio Sánchez. «El Lute» entró en la cárcel analfabeto y salió licenciado en Derecho, ejerció como abogado. Su trayectoria contrasta con el anonimato de sus otros dos compañeros de correrías juveniles cuando apenas habían estrenado la veintena.
Desde el jueves, María del Carmen V. F. está en prisión sin fianza. Ante el juez alegó haber sido víctima de malos tratos psíquicos y físicos por parte de su marido. Su abogado pidió que quedara en libertad provisional, pero la contundencia de las evidencias hizo que la juez que lleva el caso secundara la postura del fiscal y la enviara a la cárcel.
En la cárcel perdió un ojo
Raimundo Medrano hacía tiempo que tenía una salud delicada. Su ceguera venía de lejos, desde que trabajaba siendo preso en la cárcel de Alicante y estallara una caldera que le hizo perder la vista en un ojo y dañó el otro. Con el tiempo, la diabetes puso el resto.
Con María del Carmen se había casado unos años después de haber quedado en libertad. Jamás volvió a la prisión. Reconocido al final de su vida carcelaria como preso ejemplar y trabajador, emprendió nueva etapa. Por entonces ya tenía una hija que había nacido tres meses antes de que fuera declarado fugitivo y detenido en 1965. Aquella niña la tuvo con Angelina García Nieto, «La Cauna», que le acompañó en la accidentada fuga que acabó con ambos detenidos en mayo de 1965 en tierras avulenses. Medrano cayó unos días después de que fuera localizado por la Policía junto a «El Lute» en una cafetería del madrileño barrio de Argüelles. «El Lute» no se resistió a la detención, pero Medrano sí. Y en el forcejeo, uno de los agentes disparó varias veces. Una de las balas segó la vida de una niña.
Portero en Guadalajara
Tras dejar la cárcel vivió en Guadalajara. A su salida concedió una entrevista a ABC: «Me he llegado a odiar a mí mismo» recordando lo que le había llevado a la cárcel. «Afortundamente lo he superado y hoy no haría daño a nadie por nada del mundo», decía, para hacer después un público alegato contra la violencia: «Las armas, para los guardias».
Luego tuvo varios trabajos, ejerció de portero de viviendas en Guadalajara, según le contó a «El Lute» hará unos veinte años cuando ambos coincidieron «por casualidad» en un programa de televisión, según recuerda en declaraciones a ABC Eleuterio. «Nos dimos un abrazo», relata. Fue un encuentro fugaz con quien había perdido el contacto prácticamente desde que se dieron a la fuga tras el robo de la joyería de Bravo Murillo.
«El Lute», conmovido
Aquella amistad de juventud de Eleuterio con Medrano y Agudo fue también fugaz, según explica. «Fruto de las circunstancias», de la miseria que compartían los tres y de «la necesidad de sentirme arropado y de tener amigos cuando llegue a Madrid, analfabeto y sin nada; no éramos ni delincuentes en el sentido estricto del término, simplemente éramos tres chavales desarraigados que sobrevivíamos como podíamos y que cometíamos pequeñas fechorías, hasta aquel fatídico día en el que me propusieron romper el cristal de la joyería, yo acepté ir con ellos, y acabó ocurriendo lo que ocurrió», explicaba el jueves Eleuterio Sánchez tras haberse enterado por la llamada de este diario de que Medrano había sido asesinado y que su esposa había confesado el crimen. La noticia le dejó sin palabras por unos segundos. «¿Qué me dice...? Lo siento mucho; lo siento, de verdad».
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