SOCIEDAD
La contaminación inutiliza un embalse de Aragón que abastece a 40.000 personas
La «crisis del lindano» extiende sus efectos por unos vertidos químicos ilegales hechos hace más de un cuarto de siglo
Sabiñánigo, en la provincia de Huesca, se ha convertido en un punto negro en el mapa europeo de la contaminación. La culpa la tiene el lindano, un compuesto químico utilizado durante décadas como insecticida. Su alta toxicidad, sus riesgos para el medio ambiente y para la salud, hicieron que fuera prohibido hace ya muchos años en la Unión Europea.
Pero en Sabiñánigo quedó en forma de gran bolsa de residuos que empapó la tierra y que trae de cabeza a las autoridades autonómicas, no solo por el impacto en el medio ambiente sino también por el componente que tiene en salud pública. La culpa la tuvo Inquinosa, empresa con fábrica en Sabiñánigo que produjo lindano desde 1974 a 1989 y que dejó un reguero de vertidos ilegales en la zona.
La Administración (Estado y Comunidad autónoma) llevan años tratando de contener la extensión de esos residuos, que se filtren y lleguen a las aguas. Incluso que se volatilicen y las partículas tóxicas se trasladen por la atmósfera.
Más de 40 millones de euros se han invertido hasta el momento, pero harán falta unos 150 millones más –según diversos cálculos de expertos– para erradicar el problema. Mucho dinero, y mucho tiempo por delante. El Ministerio de Medio Ambiente y el Gobierno aragonés ultiman ahora la firma de un nuevo convenio para habilitar presupuestos y diseñar un calendario de actuaciones a medio plazo.
Mientras tanto, más de un cuarto de siglo después de que se produjeran los vertidos ilegales, los problemas del lindano siguen manifestándose. El último, una suerte de «cuarentena» dictada para el embalse de La Sotonera. De él parte una tubería que acaba repartiendo el agua para consumo de boca en 62 núcleos de población –42 de la provincia de Huesca y 20 de la de Zaragoza–, que suman 40.000 habitantes.
Desde esta semana, esta tubería estará cerrada a cal y canto. El agua de La Sotonera se ha comprobado que tiene lindano en unas concentraciones que, según las autoridades, no ponen en riesgo la salud pero sí que son inusualmente elevadas. Y en la zona, alcaldes y vecinos comparten criterio: ante la duda, no beber esas aguas.
El Gobierno aragonés insiste en que esta «crisis del lindano» no es un problema de salud pública. Afirma que las limitaciones al suministro de agua que se han ido produciendo desde mediados de septiembre –inicialmente dejó sin suministro a media docena de municipios, más de 5.000 habitantes, que se abastecen directamente del río Gállego– han sido unas «medidas preventivas». Lo mismo se argumenta ahora ante la «cuarentena» dictada para el embalse de La Sotonera, en el que –se subraya– las concentraciones de lindano que se han detectado están muy lejos de los límites científicamente establecidos como perjudiciales para la salud.
Inaugurado a principios de los años 60 del siglo pasado en el término municipal de Alcalá de Gurrea (Huesca), el embalse de La Sotonera se nutre mayoritariamente de caudales procedentes del río Gállego.
La Confederación Hidrográfica del Ebro (CHE) ha habilitado la solución alternativa. Gracias a una histórica obra de ingeniería hidráulica, el río Gállego –que es el afectado por el lindano y al que está vinculado el embalse de La Sotonera– está interconectado con la cuenca del río Cinca. Este último está libre de lindano, sus aguas no tienen problema en este sentido. Así que, para el consumo de agua de boca, se cierra La Sotonera y a los municipios que abastece pasará a llegarles el caudal que tiene su origen en el Cinca.
La situación se prolongará durante meses. En principio, hasta marzo del próximo año, fecha en al que comienza la campaña de riegos.
Y esta es otra derivada del problema del lindano, contaminante químico del que incluso se han encontrado concentraciones en ibones del Pirineo aragonés, llegadas allí al parecer por flujos atmosféricos desde el foco de contaminación de Sabiñánigo.
A los agricultores del gran sistema de Riegos del Alto Aragón, que agrupa a 49 comunidades de regantes, les preocupa que todo esto les acabe afectando. No tanto por la contaminación del lindano como por el hecho de que, ante los malabarismos hídricos, la red de embalses de los que dependen no anden sobrados de agua para cuando empiece la campaña de riegos del próximo año.
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