White on black

Da igual cuantas puertas se le pongan al campo y presas a un río. En su experta sabiduría, la naturaleza siempre acabará encontrando una forma de superar cualquier obstáculo. A la vida le importa poco qué haya estudiado uno, ni lo que se presuponga que por herencia o tradición esté llamado a ser el día de mañana. Antes o después, la voz interior se abre paso enfundada en un ritmo irrefrenable y es en ese momento cuando sólo quedan dos opciones. Escucharla y hacerle caso, o todo lo contrario.

Mientras el patio político sigue tanto o más animado que hace unas semanas, con elegidos, tapados y auto promocionadas aspirantes a la alcaldía de la ciudad, se desconoce si las hordas coleteras terminarán por deshincharse a base de escándalo y euros.

Mientras llega mayo, la luz al final del túnel que busca todo hijo de vecino se mostró el pasado viernes por la tarde en la Casa de la Música de Las Cigarreras de Alicante, cuando Javier Peláez demostró que toda historia tiene su momento para ser vivida, conjugada con ojos de esperanza.

Así como la cabra tira al monte y el empresario a los negocios, el cantante y compositor hacen lo propio con su mirada puesta en el escenario. Seguro que habrá quien piense que es una apuesta arriesgada, máxime cuando se hace en un país mucho más preocupado en piratear que en consumir cultura.

«White on Black» fue el título elegido para presentar esta historia de un sueño, que ya es realidad. Una etapa nueva que como el propio Javier cantó, y siempre ocurre, está llena de ilusiones por cumplir, antesala de un mundo nuevo para este alicantino, nacido en una tierra en la que el chovinismo no es una de sus mayores virtudes.

Tras una etapa dedicada al derecho y a los negocios, el pasado viernes presentó su empresa más personal e íntima. Apostar por una carrera con sabor a música. Esa de la que Nietzsche dijo que sin ella, «La vida sería un error».