VIDAS EJEMPLARES
Sí se puede
Un gran ejemplo español de triunfo en el capitalismo abierto
Disculpen el mal gusto de contarles mi vida, pero pido venia porque lo que relataré ayuda a ubicar el fenómeno del que quiero hablar. Soy del córner atlántico, coruñés, y en la segunda mitad de los ochenta mis padres nos enviaron a mis dos hermanos y a mí a Pamplona, a la universidad. Ellos tuvieron la sensatez de estudiar Medicina. Yo caí en el periodismo, oficio que no recomiendo, pues es de riesgo laboral y glorias de espuma de cerveza.
Cada temporada, mi madre nos compraba algo de ropa antes de volver a Navarra, mucha de ella en unas curiosas tiendas que habían brotado allá en nuestra hermosa y aireada ciudad, que no se pierde una borrasca ni de coña. Aquellos establecimientos ofrecían algo singular: ropa muy pintona a unos precios de chufla a tenor de lo efectista del producto. De vuelta a Pamplona, cuyo comercio era por entonces vetusto, compañeros de clase, muchos de ellos de hogar plutocrático, nos preguntaban con frecuencia dónde habíamos comprado lo que llevábamos. Las prendas los sorprendían por su modernidad y buen estilo. Con cierto complejo panoli, contestábamos algo cohibidos: «¿Esto? Bueno, es... de Zara». Lo cual dejaba al interlocutor en la inopia, y a ti contento de poder seguir beneficiándote de lo que parecía ser tan solo un pequeño secreto provincial coruñés.
El hijo de un ferroviario leonés, mozo en la adolescencia de una tienda de camisas que ya no existe, había inventado algo extraordinario: la democratización de la última moda. Todos podíamos copiar la pasarela a precios asequibles. Y lo que era mejor: si te aburrías de la prenda, aquellas tiendas eran un carrusel inagotable de ingenio, con nuevas colecciones rotando a velocidades casi milagreras. Los americanos habían inventado la «fast food» y colonizado el mundo, pero aquel hombre, Amancio, había creado la «fast fashion». Luego, la fórmula fue expandiéndose con éxito por toda España y entonces el tal Amancio, un estajanovista alérgico a los focos, tuvo su segunda gran intuición, que como muchas ideas decisivas es de formulación sencilla: si esto les gusta a los españoles, ¿por qué no les va a gustar también a ingleses, rusos, franceses....? Si el mundo es grande y está ahí, ¿por qué quedarnos en casa?
El resto ya lo saben: hoy es la primera multinacional de moda del planeta. Lógicamente, la fórmula tiene más secretos. Trabajo a destajo. Una extrema competitividad interna. La cabeza fría que otorga recluirse en Arteixo, en lugar de julandronear en la futilidad de las vanidades. La elección de un primer ejecutivo que mueve la máquina con eficacia sigilosa. Una agilidad logística única.
Esta semana ha quebrado American Apparel, clásica y enorme compañía de moda de Los Ángeles. Zara, léase Inditex, debe ser un motivo de confianza para España. También un ejemplo. Una empresa salida de la nada, que no deriva de ningún monopolio estatal y ni se beneficia de jugar en un sector regulado. Un triunfo a cuerpo descubierto en el universo abierto del capitalismo. Ingenio y trabajo. Eso es lo que salva a un país, y no zarandajas racistas medievales de yo soy más alto y más guapo que mi vecino.