POSTALES
Ciudadanos
Las elecciones generales quedan demasiado lejos para hacer pronósticos fiables. Y, menos, apuestas. Sólo cábalas
YA se cruzan apuestas electorales. ¡A dos meses larguísimos de votarse! Los españoles somos así: nos mata la prisa, en la carretera y en la vida. Luego, las cosas salen como salen. Pero no hay más cera que la que arde.
En todas esas apuestas, quien mejor parado sale es Albert Rivera, el «nuevo chico en el barrio» al que todos tiran los tejos, tras quedarse anticuada la coleta de Pablo Iglesias. Unido a la candidez de Inés Arrimada, forman una pareja telegénicamente irresistible. ¿Continuará su ascensión o se quebrará como todas las novedades en una era que devora modas y famosos? No lo sé, pues depende de ellos y de sus rivales, a ambos lados del espectro político. Pero puedo apuntar algunos factores que resisten los gustos pasajeros.
Digamos antes de nada que Ciudadanos –como Podemos–, nace de una carencia en una sociedad esencialmente binaria, izquierda y derecha, como la española. El desencanto con un PSOE corrupto e ineficaz trajo a Podemos, aunque el típico extremismo español lo ha llevado a un radicalismo tan anticuado como peligroso, que se ha vuelto contra él en cuanto pasó de la teoría a la práctica en ayuntamientos y comunidades. Mientras la corrupción del PP, más soez diría que la del PSOE (a fin de cuentas, los socialistas podrían decir «ahora nos toca robar a nosotros») ha traído Ciudadanos. Pero, hasta ahora, Rivera no nos ha ofrecido más que imagen y concordia con unos y otros, sin mojarse en los grandes problemas: ¿Qué encaje de Cataluña en España nos ofrece? ¿Se propone seguir la política económica de Rajoy o va a cambiarla? ¿Con cuál de los dos grandes partidos se alinearía si se convierte en árbitro entre ellos? De todo eso, sobre lo que va a girar la próxima legislatura, no nos ha dicho ni palabra.
En el PSOE se nota hoy una clara tendencia hacia Ciudadanos, tras intentar los últimos meses que Podemos no le sobrepase por la izquierda. En el PP, en cambio, la frialdad hacia su «marca blanca» es visible. Pero puede que no le quede otro remedio que acercársele, visto que la mayoría absoluta parece, hoy por hoy, inalcanzable. ¿Qué dice Rivera a todo ello? Nada. Pero si echamos cuentas, vemos que, personalmente, el pacto con el PSOE le sale más rentable: un partido débil y fraccionado le permitirá mucho mayor protagonismo gubernamental, con posibilidades de liderato en las próximas elecciones. Con Rajoy, en cambio, tendría mucho menos competencias, e incluso roces, que podrían romper su imagen pactista. Algo que deben tener en cuenta los votantes tradicionales del PP descontentos con la gestión de Rajoy, que son bastantes. Puede que les apetezca darle una patada en el trasero votando a Ciudadanos, confiando que terminará aliado con el PP. Pero que se anden con cuidado porque lo que pueden tener es un gobierno PSOE-Ciudadanos, incluso con algún otro huésped indeseado, como ha ocurrido en bastantes ciudades y autonomías. Aunque, ya digo, las elecciones generales quedan demasiado lejos para hacer pronósticos fiables. Y, menos, apuestas. Sólo cábalas.