POSTALES
Cambio de corriente
Los resultados de las elecciones no han sido tan malos como se temía. Y si los nacionalistas insisten en su carácter plebiscitario, las han perdido
La buena noticia es que la coalición soberanista «Juntos para el Sí» no ha obtenido la mayoría absoluta que pretendía. Es más, se quedó lejos de los 71 escaños que por separado habían obtenido CiU y ER en las anteriores elecciones autonómicas. Todo un palo. Si quiere gobernar, tendrá que hacerlo del brazo de la CUP, lo que presenta problemas de todo tipo empezando por los de liderazgo –no quieren a Mas– y terminando porque exigen la declaración de independencia ya, algo que, sin la mayoría de votos del censo, será difícil de vender dentro y fuera de Cataluña. Vencedor vencedor sólo puede declararse Ciudadanos, que casi triplica el número de escaños, aunque se los ha quitado al PP, mientras los socialistas conservan a duras penas la tercera posición pero con retroceso. Los grandes perdedores son el PP y la coalición que engloba a Podemos que queda en penúltima posición, con tendencia a la baja, que si se mantiene cara a las generales de diciembre anula sus esperanzas de disputar el gobierno de la nación. Quiero decir con ello que, sin ser buenos, los resultados de las elecciones catalanas no han sido tan malos como se temía. Y si los nacionalistas insisten en su carácter plebiscitario, las han perdido.
Si el bloque soberanista tiene problemas, el constitucionalista los tiene mayores. La pregunta de fondo es: ¿sigue la izquierda considerando prioritario echar al PP del poder o impedir el avance del separatismo? Pablo Iglesias ya se ha aliado con los independentistas. Pedro Sánchez empezó lo mismo al decir que se aliaría con todos menos con Bildu y el PP. Luego, al comprender el efecto mortífero que tenía para su partido en el resto de España, ha ido adoptando una postura equidistante y en los últimos días se ha vuelto claramente «españolista». Pero la duda sobre él queda. Sobre todo si insiste en lo del «federalismo asimétrico» y en el reconocimiento de la «singularidad nacional catalana» como viene haciendo hasta ahora el PSOE, lo único que conseguirá es romper el tejido cívico nacional y dar alas a un independentismo que, a la luz de los resultados de ayer, ha tocado techo.
Habrá sin duda que hablar mucho en los próximos días y semanas. Habrá que negociar hasta cansarse. Pero no sobre la unidad de España, ni sobre soberanía nacional, ni sobre la igualdad de los españoles, eso es innegociable al significar la hipoteca del Estado de Derecho y el desfondamiento de la democracia, basada en la paridad de derechos y deberes de todos los ciudadanos. ¿Sobre qué puede negociarse entonces? Pues sobre los problemas que acosan a esos ciudadanos. Cómo combatir el paro, cómo aumentar nuestra productividad, nuestra educación, nuestra sanidad, nuestra seguridad, nuestra convivencia. Esos son los grandes temas que nos acosan a día de hoy. Por las declaraciones de los que han perdido votos y escaños vemos que no están dispuestos a ello, que siguen engañando y engañándose. Es su problema. Ellos lo han creado y tendrán que resolverlo, no nosotros.