COSAS MÍAS

Los catalanes no están locos

Edurne Uriarte

¿Por qué? ¿Cómo es posible? ¿Se han vuelto locos los catalanes? ¿Una tendencia suicida se ha apoderado de Cataluña? Preguntas que nos hemos repetido con cara de perplejidad el resto de españoles. Cómo es posible una mayoría absoluta del independentismo cuando los independentistas no han pasado jamás del 25% en Cataluña, como han demostrado las encuestas realizadas durante cuatro décadas. Y, sobre todo, cómo es posible que una región no independentista vote por la independencia, cuando la inmensa mayoría de analistas han explicado y demostrado a los catalanes las consecuencias nefastas de tal independencia para su bienestar.

Pues no, ni se han vuelto locos, ni actúan contra la razón ni piensan en suicidarse, otra cosa es que al final lo consigan, que es posible. Tampoco se trata de una reacción sentimental, del amor por una bandera, del sueño por una ficción, de la rabia contra el patriotismo español. Mucho me temo que ese voto asombrosamente mayoritario por la ruptura es plenamente racional en su mayor parte y se basa en un dato muy consistente. En la comprobación de que las amenazas y el chantaje consiguen siempre algún resultado beneficioso para los catalanes. El chantaje funciona, ahí está la clave del resultado augurado por todas las encuestas, ese casi 50% de voto por la ruptura.

Por supuesto, hay también un voto identitario y sentimental. Corresponde a ese 20%, 25% a lo sumo, que se ha sentido tradicionalmente independentista y exclusivamente catalán. Y que quiere romper con España, pase lo que pase, suicidio incluido. Pero otra buena parte del voto nacionalista se nutre de cálculos puramente racionales, de quienes piensan que un triunfo del soberanismo conseguirá nuevas cesiones beneficiosas para los catalanes. Básicamente, más dinero de las arcas públicas, mejor financiación y menos reparto del dinero recaudado en Cataluña con otras regiones más pobres. Incluso, un régimen fiscal especial como el del País Vasco, tan encantado con los beneficios que ese régimen le reporta.

Esos catalanes que no quieren la independencia pero van a votar por ella han calculado que su voto va a ser muy útil. Y no les faltan razones para tal cálculo. Les avalan las reacciones del principal partido de la oposición y de la extrema izquierda que les hacen ofertas para que estén contentos mientras critican las negativas del Gobierno de la nación al chantaje. Hasta Ciudadanos parece haberse contagiado y se ha puesto a llamar «inmovilista» al Gobierno y a hablar de diálogo con los de la amenaza. Del mundo de la cultura y de una buena parte del periodismo, mejor ni hablamos. Se pelean por hacer ofertas de nuevos privilegios a los rupturistas y por descalificar al Gobierno y a los defensores de la unidad de la nación.

Y, por supuesto, el chantaje y el incumplimiento de la ley quedan completamente impunes. También se han peleado todos los anteriores para ver quién rechazaba con más contundencia la reforma del Constitucional dirigida a hacer cumplir sus sentencias. Varias décadas de experiencia avalan a los nacionalistas en su convencimiento de que nada pasará a quienes se salten la ley. ¿Locos? ¿Irracionales? A ver si vamos a serlo los demás, los patriotas que creemos en la unidad de la nación y en el Estado de Derecho donde se respeta y se cumple la ley. Nada bueno nos indica la experiencia.

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